Un panorama devastador
El año pasado la oficina de
Turismo del Municipio de Orán junto con el Inprotur establecieron un Plan
Estratégico para promocionar la zona. Sus tres pilares eran: los paisajes
impactantes, la enorme biodiversidad y la riqueza de la cultura ancestral.
Ciertamente, como bien lo subraya
la campaña turística, en Orán se respira la vitalidad de la naturaleza, pero lo
triste es que también acecha funestamente lo salvaje. Y no me refiero a la
presencia de serpientes, arañas, pumas o de algún otro animal peligroso, estoy
hablando de ciertos personajes nefastos que hacen de la vida cotidiana en esa
ciudad una cuestión complicada.
Quien viva en Orán no podrá
negar que la droga es una terrible plaga que azota a la gente, especialmente a
los jóvenes. La droga está detrás del vandalismo y de los suicidios. Y junto a
la droga, el otro mal endémico que padece Orán es la falta de empleo legítimo. Más allá del Estado, está el limitado sector privado para tratar de generar trabajo. El
Ingenio El Tabacal, a través de su progresiva tecnificación, viene reduciendo
el número de trabajadores contratados desde hace décadas. Las numerosas fincas ofrecen
trabajo estacional, pero el clima a veces dificulta las cosas (este año, por
ejemplo, la nefasta sequía está generando una verdadera crisis social). La
industria maderera ya no es lo que alguna vez supo ser. Y el sector de
servicios está ligado a las aventuras de la capacidad de consumo de un pueblo
empobrecido.
Es por ello que, como dice Alfredo Olmedo, ser bagayero, transa o prostituta resulta –ante los ojos del oranense–
una salida laboral. Parece increíble pero no lo es: la gente de Orán sufre de
tanta postergación, de un abandono tan antiguo, que lo que para otros puede ser
escandaloso, para ellos no lo es. La violencia y el delito es parte de su
realidad diaria. Por supuesto que los oranenses entienden que ello no está bien
y que es condenable desde todos los puntos de vista, pero no pueden hacer mucho
contra una realidad que los supera.
El cáncer Lara Gros: una solución posible
Los que deberían ocuparse de
sacar a Orán de su lugar y empujarlo hacia la dignidad del trabajo, la educación
y la cultura son los que gobiernan Salta. Pero ellos parecen ser los menos
interesados en hacerlo. De poco sirve la voluntad popular canalizada a través de unos pocos políticos valiosos si los que hoy en día tienen el poder se desentienden de las demandas de la gente.
Marcelo Lara Gros, el actual
intendente de Orán, es tristemente célebre por su intensa corrupción y por su
descara tiranía. También aterra su falta de iniciativa, lo que ha llevado a
cientos de vecinos oranenses a tomar las calles para transmitirles su descontento.
Indigna bastante que un
personaje tan cuestionado como Lara Gros aún esté en el poder. Un senador
provincial sugirió que, después de la crisis suscitada por la muerte de un bagayero a manos de la gendarmería, lo más conveniente era intervenir el municipio. La propuesta parece interesante, sin embargo suena extrema. Creo yo
que una solución posible para Orán (y para otras ciudades salteñas que viven en
una situación similar) sería la de poner Administradores Municipales a trabajar
en la Intendencia. El
Administrador Municipal es un hombre capacitado técnicamente para gestionar
asuntos municipales, un hombre versado en el manejo estratégico de recursos y el
uso inteligente de las capacidades humanas, un hombre experto en el arte de
hacer que las cosas funcionen. La figura que describo existe desde hace muchos
años en los EEUU y se trata de una manera de desdoblar el trabajo de la Intendencia , poniendo,
de un lado, a un hombre a trabajar en la resolución de los problemas urbanos y,
del otro lado, a otro hombre a arbitrar disputas sociales y a asumir los roles ceremoniales.
¿Qué puede aportar un
Administrador Municipal en concreto? La respuesta sería: eficiencia y
transparencia, las dos grandes deudas de Lara Gros. Y también un Administrador
Municipal significaría el fin de la discrecionalidad, algo que parece utópico
en un país como el nuestro. El poder piramidal de la Intendencia pasaría a
pluralizarse, lo que no significaría el debilitamiento del gobierno sino su
fortalecimiento, agregando instancias de toma de decisión y de control de las
gestiones.
Si al gobierno salteño tanto
le interesa el tema de la innovación en las cuestiones gubernamentales (como lo
manifiestan al incorporar a la vida política provincial al dudoso voto electrónico),
entonces esta propuesta de los Administradores Municipales no debería sonarles
extravagante. No se trataría, por supuesto, de una avanzada tecnocrática, ya
que no se trataría de darle forma de empresa privada a una oficina pública, pues
el objetivo no sería el de reorientar el presupuesto de Orán para aumentar sus
recaudaciones sino el de construir comunidad allí donde no la hay o donde se
está resquebrajando.
Devolverle a Orán lo que le pertenece
La crisis que está viviendo
Orán en las últimas semanas obligó al gobierno de Urtubey, es decir al Poder
Ejecutivo provincial, a tratar de apaciguar las tempestades. Para ello no
tuvieron mejor idea que montar la farsa de hacer una reunión de gabinete en la ciudad norteña. Toda la comitiva del Gobernador viajó hasta las proximidades del
Trópico de Capricornio para sentarse en una mesa y parlotear sobre todo lo que debieron
de haber hecho y aún no hicieron.
Recientemente desde la Cámara de Diputados de la
provincia salió la propuesta de municipalizar a la comuna de Gaona. Me parece
una buena idea y la apoyo. Pero pensando sobre ello se me ocurrió otra cosa:
¿por qué no capitalizar a Orán? Es decir, ya que al Gobernador se le ocurrió
llevar a sus ministros a trabajar a Orán, ¿por qué no hacer eso durante todo el
año? O bien, ¿por qué no llevar al Parlamento provincial con sus dos Cámaras hasta
Orán?
Lo que planteo no es
descabellado: países como Chile, Bolivia y Malasia tienen dos capitales, Sudáfrica
hasta tiene tres; bien podría entonces ser Salta la primera provincia argentina
con dos capitales.
La capitalización de Orán es
la verdadera reparación histórica que la zona necesita. San Ramón de la
Nueva Orán existe desde 1794, fue partícipe
de las Guerras de Independencia y barrera de contención de las amenazas chaqueñas. Un espacio de gloriosa argentinidad en medio de la selva. En el primer lustro de la década de 1880 Orán estuvo a punto de convertirse en
capital de una nueva provincia argentina, pero ello nunca sucedió debido a la
negativa del gobierno salteño a desprenderse del territorio.
Una forma auténtica de
retribuirle a Orán todo lo que se le debe sería capitalizando a la ciudad y
dotando a la Intendencia
de un Administrador Municipal. Así podría empezar Orán a transitar su camino
hacia la paz y la prosperidad que le viene siendo negada desde hace demasiado
tiempo.
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