El Tribuno, órgano de prensa de Juan Carlos Romero, habla de un
“desbande” en Salta Somos Todos. El verbo es malicioso, pues para que haya
“desbande” debe haber antes una “banda”, es decir debe haber algo parecido a un
grupo de improvisados o a una gavilla dispuesta al saqueo, y ninguna de las dos
cosas se ajusta a la realidad de Salta Somos Todos (aunque si describe bastante
bien a otras fuerzas políticas que se presentaron en las elecciones de
noviembre). Se ve que Romero está nervioso ante la posibilidad de que se abran las urnas de toda la provincia y se recuenten todos y cada uno de los votos emitidos, por lo que siente la necesidad de continuar desprestigiando a Alfredo
Olmedo. Para ello ya no recurre a opositores (como lo hizo al convocar a Donda, Pinedo, Carrió, Sanz, Altamira, etc) sino que ahora busca entre los que
estuvieron a la par del Diputado Nacional. Y allí aparece Suriani.
Andrés Suriani ofició de
portaestandarte de SST en las provinciales, y lo hizo pese a no ser afiliado al
partido. Suriani me parecía un buen candidato. En lo personal no creo que este
periodista sea un chanta –como si lo fue el fallecido Ernesto Aparicio, el
liberado Arturo Cifre, y tantos otros personajes salidos de las alcantarillas
que han sido parte del gobierno de la provincia de Salta–; tampoco lo considero
un improvisado, sino todo lo contrario.
Mentiría al sostener que Suriani no
me parece un sujeto interesante. Dueño de un discurso vehemente, comparto
muchos puntos de vista con él y lo admiro por haber sido uno de los pocos que
se movilizó cuando arrasaron con el monumento a los Bravos de Manchalá. Sin
embargo hay algo que no me agrada de Suriani: su pertenencia orgánica al
peronismo. Que no se me malinterprete: para mi no tiene nada de malo ser
peronista, radical, renovador o cualquier otra cosa, el problema está en serlo
mientras se utiliza un espacio político diferente como trampolín para los
cargos públicos.
En la actualidad, el peronismo salteño
es hegemónico (sus diversas expresiones poseen más de la mitad del apoyo
popular). Pero ser hegemónico no significa ser homogéneo: de un lado hay una
“izquierda” peronista encarnada en Urtubey, y del otro lado está la “derecha”
peronista encarnada en Romero. Sería que hay algo así como un peronismo
socialdemócrata y otro peronismo liberal en pugna por la provincia. Pues bien,
Suriani quería un puesto de Senador Provincial para ser parte de eso: quizás
para ser la “izquierda” peronista pero tinturada de conservadurismo cultural, o
para ser la “derecha” peronista aunque libre de turbiedades. Fuese como fuese,
Suriani nunca pretendió ser más que lo que es, vale decir, nunca quiso ser otra
cosa diferente a un peronista. En ese sentido creo no exagerar al decir que
bien pudo ser candidato por el Partido Justicialista, el Frente Salteño o
cualquier otra colectora de Urtubey o de Romero, y todo ello manteniendo
exactamente lo mismo que mantuvo durante la campaña con SST.
Y ahí está el problema. Peronistas,
en Salta, hemos tenido miles, todos de diverso tamaño, color y pelaje. Y están
arriba desde hace tres décadas. Treinta años gobernando para lograr lo poco que
se ha logrado. Entonces es tiempo de otra cosa.
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