sábado, 20 de junio de 2015
jueves, 18 de junio de 2015
El grito de Adelaida
Adelaida Terán es la médica que
interrumpió una conferencia del Chaqueño Palavecino en la ciudad de Tartagal.
Desde hace meses esta mujer protesta en contra de las autoridades del Hospital
Juan Domingo Perón, denunciando todo tipo de irregularidades: desmanejos
presupuestarios que desembocan en la escasez de insumos, negligencia médica
deliberada que se traduce en una pésima atención a los pacientes y hasta la
existencia de una genocida industria clandestina del aborto.
Muchos salteños apoyan a la mujer
–algunos hasta la acompañaron durante la huelga de hambre que realizó en el
hospital. Sin embargo no faltaron los que, a través de las redes sociales,
pusieron en duda la salud mental de la médica, recordando que hace unos años
protagonizó un extraño episodio que la policía calificó de “intento de
suicidio” (cuando en realidad había habido indicios de que la mujer fue
presionada y amenazada por alguien que la quería silenciada).
El episodio contra el Chaqueño
Palavecino fue sólo una batalla más de la cruzada de la doctora Terán, que ahora fue reubicada en la localidad de Embarcación, para alejarla del ambiente
hostil del Hospital Juan Domingo Perón. Por ello asombra un poco la reacción
del cantor, quien, ante la aparición de la médica, se mostró indolente y hasta
intentó discutir con ella.
Los apologistas de Palavecino
recordaron el hecho de que la conferencia de prensa interrumpida por la doctora
Terán era para anunciar la realización del Festival Trichaco, el cual tiene
fines solidarios, ya que parte de lo recaudado –según lo que afirman sus
organizadores– es donado a diversas escuelas rurales del norte salteño.
Los “chaqueñistas” incluso fueron
más lejos al destacar que Palavecino es un artista de vocación solidaria que
emplea sus recursos y energías para favorecer a su comunidad. Sin embargo ese
discursillo omite un hecho fundamental: durante la conferencia de prensa quien
estuvo sentado al lado de Palavecino fue nada más y nada menos que Sergio
Leavy, el actual Intendente de Tartagal.
En efecto, Leavy es uno de los
personajes más nefastos de la política salteña. El prontuario de este sujeto es
interminable, y, obviamente, lo más grave de su figura es su incapacidad para
justificar el crecimiento meteórico de su patrimonio en los últimos ocho años. Que
Leavy haya estado sentado al lado de Palavecino le da todo el derecho a la
doctora Terán a hacer lo que hizo, ya que es el propio cantor el que está
rompiendo el límite entre lo público y lo privado.
Espero que Adelaida Terán nunca
se calle, espero que siga gritando. Pero espero también que Salta (y todo el país)
la escuche.
lunes, 1 de junio de 2015
Piombo: entre la lógica judicial argentina y la hipocresía atroz de los invertidos
El Caso Piombo es bien conocido
por todos en estos días: Horacio Piombo y Benjamín Sal Llargués, titulares de la Sala I de la Cámara de Casación Penal de
la Provincia
de Buenos Aires, le redujeron la condena a un hombre que violó a un niño,
aduciendo que el niño –una criatura de 6 años– era homosexual y había sido
abusado sexualmente en otras ocasiones por su propio padre, por lo que el daño
ocasionado por el condenado no era tan grave para el niño como podría haber
sido en una situación diferente.
Piombo y Sal Llargués no hicieron más que seguir el libreto dispuesto para los jueces argentinos, y aún así se
desató un escándalo. Muchos encontraron inconcebible que la víctima de una
violación pudiese ayudar a un criminal a partir de su orientación sexual. Los más
escandalizados fueron los elegebetistas. En la última semana hablé con varios
homosexuales sobre el tema, y todos coincidían en que los jueces tenían razón,
que ellos se iniciaron en el sexo cuando eran apenas unos niños y que, si hubo
una denuncia de abuso en este caso, seguramente fue porque la familia quería
sacarle plata al hombre acusado de violación. Lo curioso de esas personas es
que no supieron decirme si ellos eran homosexuales antes de haber sido
abusados, o si se convirtieron en homosexuales a partir del abuso.
Sea como sea, lo interesante aquí
es la discusión que no se está dando: ¿Piombo tiene razón en lo que dice?
En lo personal creo que habría
que separar el asunto de la violación del tema de la sexualidad de una persona.
Toda violación debería ser severamente castigada (con una castración de por
medio de ser posible). La pena debería ser aplicada de modo automático una vez
comprobado el delito. Fin del problema. Que los castren a todos y a otra cosa.
Ahora bien, yo no olvido que en
este país, hace apenas un año atrás, un juez autorizó a un niño para que en su DNI figure que es niña. Ese niño, homosexual según la Justicia , tenía en ese
momento ¡6 años! ¿Cómo puede ser que los elegebetistas enloquezcan ante Piombo y
aplaudan a los que permitieron que a un niño lo dejen entrar al baño para niñas
de la escuela sin una vagina que justifique ello?
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