¡Otra vez Giacosa!
Cada vez que le presto atención a
Guido Giacosa siento una mezcla de indignación y pena. Indignación por saber
que un pelmazo de esa calaña nos gobierna, y pena por darme cuenta que la
sociedad salteña está condenada a tolerarlo.
La nueva de Giacosa es sacar a
relucir que él es dueño del “peronómetro”. Concretamente, este sujeto criticó a
Alfredo Olmedo y a Guillermo Durand Cornejo por no ser peronistas, pero ir a
elecciones aliados con los peronistas.
De Durand Cornejo dijo que este
abogado, como titular de la sección salteña del Partido Conservador Popular
(fuerza partidaria la cual, según él, tiene un “nombre [que] no es muy feliz”),
no hace honor a la tradición política que hay en esa agrupación. Es decir
Giacosa recordó que el PCP fue parte del FRECILINA y del FREJULI ¡hace cuarenta
años atrás!, por lo que el partido no tendría derecho a evolucionar en su
relación al peronismo. Entonces, en la mente del hijo del “Loro”, el PCP de la
actualidad debería ser populista, demagogo y choripanero como es el Partido
Justicialista. No serlo es mancillar la memoria de Juan Domingo Perón y Vicente
Solano Lima.
Justicialismo y peronismo
Ahora bien, al hablar sobre
Olmedo y su relación con el peronismo Giacosa demostró una mayor infradotación
política. Y no sólo eso, también dejó en claro que vive aislado de la realidad
en la que vivimos el resto de los salteños.
Así pues, para fustigar a Olmedo,
Giacosa hizo algo temerario: definir al peronismo. Entonces admitió que el
peronismo es un movimiento que “abarca e incluye políticamente de una manera
voraz” y que, por tanto, entre las virtudes de todo buen dirigente, afiliado y/o
simpatizante del peronismo está la tolerancia para “construir y sumar”.
Traducido al cristiano: el peronismo es una aspiradora que atrae a sus filas a
todo aquel que le ayude a mantener el poder, sin importar mucho si es de
izquierda o derecha, conservador o progresista, creyente o ateo, de River o de
Boca, etc., y todos los que rodean al liderazgo peronista de turno (llámese
Ubaldini, Cafiero, Menem, Duhalde, Kirchner, Scioli, etc.) se tienen que quedar
callados para seguir chupando de la teta del Estado.
A Giacosa, que se ve que tanto le
gusta ignorar la realidad política contemporánea para en su lugar vivir
nostálgico evocando una historia previa al “que se vayan todos” –y previa
incluso a 1983–, yo le recomendaría que aprenda sobre justicialismo, peronismo
y pejotismo.
La definición que dio de
peronismo no es del todo correcta, porque olvida lo elemental: el
justicialismo. El justicialismo es el cuerpo doctrinario del peronismo, un
conjunto de proposiciones cuya inspiración más evidente es la Doctrina Social de la Iglesia , en tanto que el
peronismo vendría a ser la interpretación local de ese cuerpo doctrinario. O
sea el justicialismo es algo abstracto, y el peronismo es algo concreto. El
propio Perón así lo explicaba.
En lo personal yo, como Olmedo,
Macri, y muchos otros argentinos, coincidimos con lo esencial del
justicialismo, ya que sus “tres banderas” (la soberanía política, la independencia
económica y la justicia social, o la igualdad, la libertad y la fraternidad) son
demasiado elementales como para ignorarlas. Pero nosotros no somos peronistas,
en el sentido en que no nos hacemos cargo de la historia de aquel peronismo que
pretendió desarrollar el justicialismo. El peronismo es Perón y Evita, pero
también López Rega y Firmenich, Ivanissevich y Méndez San Martín, Brito Lima y
Puiggrós, Gelbard y Cavallo, y nosotros no.
La religión del PJ
Los peronistas de la actualidad
ignoran esa diferencia entre el peronismo y el justicialismo. La propia
Cristina Fernández de Kirchner declaró que ella no era justicialista sino peronista: ello, bien entendido, suena a que la mandataria no tiene principios
doctrinales a los cuales atenerse y se limita a ser parte de la maquinaria de
poder que gobierna y no deja gobernar a la Argentina desde hace décadas, pero en realidad la
señora de Kirchner se estaba refiriendo a que ella desprecia al Partido Justicialista,
uno de los instrumentos de los que regularmente se vale el peronismo para
acceder al poder. O sea no es que no sea justicialista, es que no es pejotista
(o al menos eso pretende hacernos creer).
El artículo 38 de nuestra actual
Constitución Nacional, increíblemente, decreta que la democracia en nuestro
país tiene que tener, obligatoriamente, la forma de una partidocracia. Es
decir, ese artículo obstaculiza el derecho de todo ciudadano a presentarse a
una elección como candidato, al obligarlo a buscar si o si el respaldo de un
partido. De esa manera, en teoría, se pretende fortalecer la figura de los
partidos por sobre la de las personas, pero en la práctica –en un país donde el
personalismo es cada vez más fuerte– eso sólo ha servido para denigrar el
concepto de “partido político” al máximo, convirtiendo a esas organizaciones en
meros sellos, con logotipos bonitos y colores vistosos.
En Salta los partidos-sellos
abundan: por ejemplo Marcelo Astún y Baltasar Lara Gros, dos diputados
provinciales, llegaron a la Cámara Baja
con el sello “Movimiento Popular Unido”, y no tardó uno en unirse al bloque del
PJ y el otro al del PRS. Y casos como ese hay cientos o quizás miles (otro que
recuerdo es Andrés Suriani: enojado con Salta Somos Todos que le prestó el
espacio para que candidatearse a Senador Provincial, armó su propia fuerza, la agrupación Identidad Salteña, la cual ahora usa Guillermo Martinelli, y él,
Suriani, va de candidato a Concejal de Salta por la lista del PRO).
De todos modos, más allá de estas
cuestiones, la pregunta es: ¿por qué Giacosa desconfía de lo que Olmedo y
Durand Cornejo –ambos anémicos en materia de peronismo pero ricos en justicialismo– puedan llegar a hacer
una vez que alcancen el gobierno? ¿Teme este animal político que el
justicialismo será categóricamente ignorado por dos hombres supuestamente enemigos de la
libertad, la igualdad y la fraternidad? Para nada. Creo que la respuesta es
simple: si Romero estuviese solo, rodeado únicamente de peronistas excluidos
por Urtubey, entonces el propio Giacosa fácilmente podría acomodarse en el
gobierno futuro. Al fin y al cabo su religión es el peronismo, por lo que un
peronista como Romero haría mal en dejar huérfano a alguien tan leal al Partido
Justicialista y a la “ideología” peronista como lo es él. Con Olmedo en la Vicegobernación , y
Durand Cornejo en la
Intendencia , ¿a dónde irá a parar este fanático del
peronismo?