Una de las cosas más admirables
de Alfredo Olmedo es su capacidad de enfocar a la actualidad desde una
perspectiva diferente a como se presenta. En la política nacional, como
últimamente parece estar todo polarizado, todo responde a una lógica binaria de
“negro o blanco”, entonces todo toma un tono catastrofista –v. gr. Fulano
Oficialista sostiene que él es la única vía para evitar la catástrofe que nos
trae Mengano Opositor, mientras que Mengano Opositor, al revés, defiende la
idea de que él es la única opción para salvarnos de la catástrofe que significa
Fulano Oficialista en el poder. Olmedo, en cambio, tiene una facilidad única
entre los políticos para desdramatizar y ofrecer alternativas creativas,
evitando de ese modo fomentar la división entre compatriotas.
Lo que digo se vio reflejado, por
ejemplo, en su famoso pedido de un cupo electoral para homosexuales. Tras la
dura disputa entre parlamentarios por la aprobación o el rechazo de los
matrimonios entre homosexuales (una disputa que no fue entre oficialistas y
opositores, sino entre impulsores de las intenciones del Diablo y los enemigos del Maligno,
como bien señaló el Padre Jorge Bergoglio, ahora convertido en el Papa
Francisco), siguió la sanción de la aberrante “Ley de Identidad de Género”, la
cual, salvo honrosas excepciones, tuvo el aplauso unánime del Congreso de la Nación. Entonces Olmedo, atento
al tratamiento poco serio y al abuso político que se estaba haciendo de los homosexuales, sugirió que había que asegurar un cupo de 10% de gays, lesbianas y transpirados en las listas de candidatos a acceder a un puesto legislativo. Ello generó el rechazo de los elegebetistas, pues de repente entendieron que una propuesta
como la de Olmedo los “estigmatizaba” y “discriminaba”, ya que, según su
perspectiva, a un legislador hay que elegirlo por sus méritos, y la orientación
sexual parece no serlo (un tiempo después, sin embargo, una legisladora lesbiana propuso que los travestis obtengan un subsidio por el sólo hecho de ser travestis, dejando en evidencia la flagrante contradicción que para los
elegebetistas la orientación sexual no merece un puesto de decisión política
pero la decisión de ponerse una peluca y dejarse sodomizar por otro hombre si
merece un reconocimiento monetario).
Ahora la última propuesta de
Olmedo también apunta a desfocalizar el binarismo, y dejar en evidencia a la
falsedad en que se vive. Me estoy refiriendo, claro, al proyecto de ley que presentó el
Diputado para lograr que aquellos ciudadanos que cumplieron con sus
obligaciones en materia impositiva durante el último año reciban un generosa
retribución del 20% de lo gastado en el cumplimiento de las cargas públicas. Es
decir todos sabemos que, tras el cepo cambiario que se instaló en la Argentina , el mercado
negro del dólar creció desmesuradamente, y sabemos también que los que lucran
con ese mercado negro son financistas vinculados al gobierno usurocrático de
Cristina Kirchner; pues bien, ahora que el dólar se ha convertido en un bien
escaso, entonces a los del gobierno se les ocurrió crear una ley que permita el
blanqueo de capitales, para lograr con ello una inyección de verdes en el país que realimente al mercado negro,
al mismo tiempo que se favorece a que los coimeros, los narcotraficantes, los
contrabandistas y muchos otros delincuentes se conviertan en “patrióticos
empresarios” que invierten en el país.
El Oficialismo aprobó la medida
blanqueadora con total convicción, mientras que la Oposición denunció que
estamos al borde de convertirnos en un paraíso fiscal. Lo que hizo Olmedo fue
empujar la cuestión un poco más allá del límite marcado por los dos polos
partidocráticos: por un lado –siguiendo el magisterio de nuestro Papa Francisco–
él condena moralmente el lavado de dinero que propone Cristina Kirchner, pero
al mismo tiempo –y a diferencia de la pasiva Oposición– él intenta llevar el
beneficio económico hacia la gente que vive en la legalidad. Si el Oficialismo
no aprueba la ley de Olmedo entonces quedará en evidencia que ellos no sólo son
artífices de la inmoralidad sino que además ni siquiera les importa la
legalidad, se hará irrebatiblemente visible que no sólo son unos miserables corruptos
sino que también son unos viles tiranos.
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