miércoles, 29 de mayo de 2013

Como exponer a la corrupción y la tiranía

Una de las cosas más admirables de Alfredo Olmedo es su capacidad de enfocar a la actualidad desde una perspectiva diferente a como se presenta. En la política nacional, como últimamente parece estar todo polarizado, todo responde a una lógica binaria de “negro o blanco”, entonces todo toma un tono catastrofista –v. gr. Fulano Oficialista sostiene que él es la única vía para evitar la catástrofe que nos trae Mengano Opositor, mientras que Mengano Opositor, al revés, defiende la idea de que él es la única opción para salvarnos de la catástrofe que significa Fulano Oficialista en el poder. Olmedo, en cambio, tiene una facilidad única entre los políticos para desdramatizar y ofrecer alternativas creativas, evitando de ese modo fomentar la división entre compatriotas.

Lo que digo se vio reflejado, por ejemplo, en su famoso pedido de un cupo electoral para homosexuales. Tras la dura disputa entre parlamentarios por la aprobación o el rechazo de los matrimonios entre homosexuales (una disputa que no fue entre oficialistas y opositores, sino entre impulsores de las intenciones del Diablo y los enemigos del Maligno, como bien señaló el Padre Jorge Bergoglio, ahora convertido en el Papa Francisco), siguió la sanción de la aberrante “Ley de Identidad de Género”, la cual, salvo honrosas excepciones, tuvo el aplauso unánime del Congreso de la Nación. Entonces Olmedo, atento al tratamiento poco serio y al abuso político que se estaba haciendo de los homosexuales, sugirió que había que asegurar un cupo de 10% de gays, lesbianas y transpirados en las listas de candidatos a acceder a un puesto legislativo. Ello generó el rechazo de los elegebetistas, pues de repente entendieron que una propuesta como la de Olmedo los “estigmatizaba” y “discriminaba”, ya que, según su perspectiva, a un legislador hay que elegirlo por sus méritos, y la orientación sexual parece no serlo (un tiempo después, sin embargo, una legisladora lesbiana propuso que los travestis obtengan un subsidio por el sólo hecho de ser travestis, dejando en evidencia la flagrante contradicción que para los elegebetistas la orientación sexual no merece un puesto de decisión política pero la decisión de ponerse una peluca y dejarse sodomizar por otro hombre si merece un reconocimiento monetario). 

Ahora la última propuesta de Olmedo también apunta a desfocalizar el binarismo, y dejar en evidencia a la falsedad en que se vive. Me estoy refiriendo, claro, al proyecto de ley que presentó el Diputado para lograr que aquellos ciudadanos que cumplieron con sus obligaciones en materia impositiva durante el último año reciban un generosa retribución del 20% de lo gastado en el cumplimiento de las cargas públicas. Es decir todos sabemos que, tras el cepo cambiario que se instaló en la Argentina, el mercado negro del dólar creció desmesuradamente, y sabemos también que los que lucran con ese mercado negro son financistas vinculados al gobierno usurocrático de Cristina Kirchner; pues bien, ahora que el dólar se ha convertido en un bien escaso, entonces a los del gobierno se les ocurrió crear una ley que permita el blanqueo de capitales, para lograr con ello una inyección de verdes en el país que realimente al mercado negro, al mismo tiempo que se favorece a que los coimeros, los narcotraficantes, los contrabandistas y muchos otros delincuentes se conviertan en “patrióticos empresarios” que invierten en el país.

El Oficialismo aprobó la medida blanqueadora con total convicción, mientras que la Oposición denunció que estamos al borde de convertirnos en un paraíso fiscal. Lo que hizo Olmedo fue empujar la cuestión un poco más allá del límite marcado por los dos polos partidocráticos: por un lado –siguiendo el magisterio de nuestro Papa Francisco– él condena moralmente el lavado de dinero que propone Cristina Kirchner, pero al mismo tiempo –y a diferencia de la pasiva Oposición– él intenta llevar el beneficio económico hacia la gente que vive en la legalidad. Si el Oficialismo no aprueba la ley de Olmedo entonces quedará en evidencia que ellos no sólo son artífices de la inmoralidad sino que además ni siquiera les importa la legalidad, se hará irrebatiblemente visible que no sólo son unos miserables corruptos sino que también son unos viles tiranos. 

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