El arte de actuar cuando ya es demasiado tarde
La sanción de una ley para la creación
de un banco de datos genéticos destinado a registrar a quienes cometieron
delitos sexuales en la
Argentina generó polémica. El proyecto, que hacía bastante
que dormía en los cajones del Congreso de la Nación , fue aprobado de urgencia gracias a la
conmoción que ocasionó el Caso Ángeles Rawson (el cual, según nos lo señala ahora la prensa, pareciera no haber tenido un móvil sexual como se creyó al principio).
El registro de violadores
propuesto guardará datos genéticos y prontuarios de todas aquellas personas que
hayan sido condenadas con una sentencia firme por un crimen sexual (las cuales,
como se sabe, son muy pocas en relación a quienes no tienen sentencias firmes).
También almacenará la información genética de los atacantes proporcionada por
las víctimas, para de esa manera contar con evidencia de carácter biológico que
pueda llegar a ser útil para la realización de una investigación.
El detalle más discutido es que
el banco de datos genéticos tendrá un carácter reservado, es decir que sólo
podrán acceder a la información que el banco contiene aquellos jueces o
fiscales que se encuentren desarrollando algún tipo de procedimiento judicial. Ello
disparó una catarata de críticas, pues hay muchos que sostienen que los datos
deberían ser públicos, ya que eso serviría para que una persona que es vecina
de un condenado por haber ejercido la violencia sexual pueda tomar medidas para
garantizar su seguridad y la de su familia. Si ya existen bases de datos que
develan la capacidad financiera de una persona, ¿por qué la ciudadanía decente
no puede enterarse de quienes son los violadores, los asesinos o los
traficantes de órganos que viven en los mismos vecindarios que ellos?
El mamarracho feminista
El consenso para la sanción de la
ley fue muy amplio, recibiendo sólo un voto en contra: el de la feminista
Marcela Rodríguez. Rodríguez dio a entender que esta ley no es más que una
medida demagógica, que no promueve cambios sociales ni políticos importantes
para reducir la violencia sexual, sino que, bajo el disfraz de mayor protección
a las mujeres, tan sólo le aumenta el poder a la policía para criminalizar a
los pobres. O algo así. Sucede que, en su nebulosa mental, Rodríguez sostiene
que los violadores son hombres que exceden el ejercicio de poder que el “Patriarcado
pornocapitalista” les otorga, pues obran en el marco de una “cultura de la
violación” plenamente naturalizada.
Es decir mientras que para todo
el mundo una violación ocurre o bien porque un hombre actúa cegado por la
lujuria o bien porque una mujer genera situaciones confusas en las que luego
malinterpreta sus consecuencias, para las feministas como Rodríguez la
violación, en cambio, es producto de gestos, actitudes e instituciones vigentes
que educan a hombres con instintos de violadores. Entonces proponen subvertir
todo, suponiendo con ello que las personas mágicamente dejarán de dañarse las
unas a las otras.
El violín más famoso
Tonterías del calibre de las
vertidas por Marcela Rodríguez sirven para asegurarnos de que se está en la
buena senda (pues ella plantea ir en la dirección contraria). Ahora bien, las
cosas señaladas por Alfredo Olmedo, por el contrario, nos indican que todavía
hay trabajo serio por hacer.
En efecto, Olmedo destacó que la
ley, así propuesta, es un tanto fútil, pues sirve para generar un ranking de
violadores pero no para determinar quienes han cometido una violación en una
situación obscura. Argentina ha conocido varios casos de violadores seriales y
es contra ellos que el Estado debe actuar, pues de ese modo garantiza el
suministro de seguridad ciudadana. Marcela Rodríguez apunta que en el 70% de
las violaciones las víctimas conocen el nombre de su agresor (porque se trata
de familiares, vecinos, amigos, compañeros de trabajo, etc). Sin embargo contra
esos cretinos el Estado no puede hacer demasiado en materia preventiva, ya que no
existen medio efectivos para que se meta en la explosiva mente de un pervertido
a tiempo. Frente a ese tipo de violador, el Estado –y no sólo el Estado sino
también la sociedad misma– lo que debe intentar es transmitirle valores claros
para que interiorice la idea de que es mejor el bien que el mal. Aunque parezca
muy elemental esto que digo, tiene que tomarse en cuenta que, en la actualidad,
la crisis de valores hace que muchas personas se sientan seducidas por un mal
al que, gracias a la propaganda pervertidora, han dejado de sentir repugnancia.
¿Cómo esperan que un hombre se comporte como un caballero frente a una mujer si
al mismo tiempo tiene que ver a la representante del sexo débil como alguien
igual de fuerte que él? Lo que digo es que al borrar la diferencia entre lo
masculino y lo femenino (que es básicamente lo que las feministas quieren) se
borra también todo el sistema montado para que el hombre fuerte no abuse de la
mujer débil, generando así una situación de competición y agresividad
completamente innecesaria.
Alfredo Olmedo sostuvo que para
que el banco de datos genéticos colabore con la sociedad argentina debería
guardar registro de todos los ciudadanos del país, ya que si estamos obligados
a tener un DNI en el que se ve nuestra huella digital, ¿por qué no ir un paso
más adelante? La pregunta es interesante. Ciertamente un banco de datos
genéticos que contuviese información de los más de cuarenta millones de
argentinos sería altísimamente costoso, pero no modificaría demasiado la
relación entre individuo y Estado que actualmente existe en un país como el
nuestro. Entonces o se replantea el tema del rol del ciudadano en Argentina o se
prosigue por donde se está profundizando lo que ya se tiene. Yo creo que ambas
opciones (disminuir la presencia del Estado en la vida privada o aumentarla
ingeniosamente) son válidas siempre y cuando no desemboquen en el
fortalecimiento de las versiones viciosas de las mismas. Me refiero, claro, a
que tanto un izquierdista como un derechista político puede adoptar el
garantismo jurídico que termine viendo en el delincuente a una víctima de su
circunstancia, a la que hay que protegerle su privacidad para no violar la
sacrosanta doctrina de los Derechos Humanos.
Cortar por lo sano
El tema de las violaciones requiere
de dos tipos de medidas: las de largo plazo (que consistirían, como ya señalé,
en recuperar los sólidos valores que hoy en día están eclipsados por el relativismo y el
egoísmo) y las de corto plazo. Es decir para acabar con las violaciones se
requiere implementar la educación y la punición adecuada.
El tema de la punición adecuada
es complejo, pero se simplifica apuntando al núcleo del problema. Esto es lo que ha hecho Alfredo Olmedo. La violación es un tema muy sensible para mujeres
y hombres, porque algo así genera gran repulsión. De allí que hayan muchos que
pidan la pena de muerte para los violadores. La batería de propuestas antiviolación de Olmedo busca
no caer en el pedido de pena de muerte, ya que, bien considerado, el mismo deja
en evidencia que es más contraproducente de lo que parece. Dicho de otro modo, si
se le diese pena de muerte a un violador podría darse el caso de que muchos
violadores culminaran sus ataques sexuales con homicidios para no ser
identificados, ya que dejando o no a su víctima con vida el destino punitivo sería el
mismo.
Es por eso que la pena de muerte
para violadores es un despropósito. Lo que no es un despropósito es la
castración, pero no la castración obligatoria sino la castración opcional.
Supongamos que un violador es detenido, pues bien desde el punto de vista
olmediano dicho delincuente se vería encerrado por un larguísimo tiempo en una
prisión siendo obligado a trabajar para reparar a su víctima. Olmedo agrega que
ese hombre debería, además, ser castrado, pero –como yo ya lo he indicado– la
propuesta más lúcida sería la de ofrecerle la posibilidad de conmutar su
encierro por la castración, siempre y cuando el violador solicite convencido el
ser castrado para poder así reinsertarse como eunuco a la sociedad.
No es sólo el DNI lo que es obligatorio en este país, también son obligatorias las vacunas. El Estado, en nombre de la salud, te mete en el cuerpo un líquido que dice combatir una enfermedad. Eso es tan chocante como que tomen muestras de tu ADN para guardarlo en un banco.
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