Consultado sobre el problema
de los violadores, Alfredo Olmedo dijo recientemente:
Yo tengo cuatro propuestas respecto a este preocupante tema. En primer lugar propongo que se aumente la sentencia hasta llegar a la cadena perpetua. En segundo lugar que el condenado no pueda salir de la cárcel bajo ninguna circunstancia, es decir que no se le reduzca la condena por buena conducta. En tercer lugar propongo que, dentro de prisión, trabaje a favor de la víctima o que el 50% de sus bienes sean destinados a la persona perjudicada. En cuarto y último lugar la castración física y que se quede adentro de la cárcel por el resto de su vida.
De lo declarado por nuestro
Diputado Nacional se sigue que a un violador se lo debería castigar obligándolo a realizar trabajo
reparatorio, dándole prisión perpetua y sometiéndolo a castración. En lo personal estoy de acuerdo con
lo primero y lo último, pero no con lo del medio. Es cierto que los violadores
tienen una fuerte tendencia a reincidir, de hecho en la actualidad las estadísticas
indican que un poco más de la mitad de violadores condenados vuelven a violar
después de haber sido liberados. Pero ello se da porque actualmente no hay
castración; al someterlos a castración lo más probable es que esa situación
cambie.
Las feministas y los
dedehachehachistas rechazan rabiosamente la idea de la castración. Su argumento
es que quien viola no lo hace para satisfacer sus deseos sexuales sino que lo
hace para aterrorizar a alguien. Infieren, por tanto, que un violador va a
violar siempre, aún aunque no tenga genitales.
Hace unos meses yo contesté a ese argumento diciendo que sostener algo así “despoja de toda humanidad a los hombres y
los torna en monstruos”. Entiendo que en lo relativo a las violaciones Olmedo
esté siendo bienintencionado, pero veo que no está planteando las cosas con la
lucidez que plantea otros asuntos.
Aquí creo que la disyuntiva debería
ser: cadena perpetua o castración. Aquel violador que desee conservar sus genitales
intactos entonces deberá hacerlo dentro de los límites de un precinto
penitenciario. Ello significa que se sigue que aquel que podrá salir es el que
ya no tiene genitales. ¿Cómo decidir quien conserva sus genitales y quien los
pierde? Pues yo creo que eso es una decisión personal.
En efecto, si el propio violador
pide ser castrado se acabaría con la objeción de que la castración viola los
derechos humanos. El violador aceptaría su condición de enfermo e inadaptado, y
pediría una solución al Estado (que exceda lo punitivo). Éste se la daría,
permitiéndole al hombre castrado reinsertarse socialmente bajo la categoría de “eunuco”.
Un eunuco, un hombre voluntariamente despojado
de sus genitales, no volverá a violar. La clave está en que, durante la estancia
en prisión del violador, profesionales idóneos trabajen en torno a los aspectos
psicológicos de los delincuentes para que éstos vean como factible el
eunuquismo. Vale decir lo que se debería tratar de hacer es que un delincuente
vea positivamente a la idea de su castración y, tras meditarlo cuidadosamente,
la solicite como momento de inicio del camino de su recuperación.
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