domingo, 9 de junio de 2013

El bipartidismo, ese cáncer de la democracia

Sin independencia ni ideas

Cuando hace unos años el kirchnerismo reformó el modo en el que se realizan elecciones y en el que se constituyen partidos políticos en nuestro país quedó en claro que su objetivo era pauperizar a la democracia. Básicamente apostaron a corporativizar y polarizar la política: ahora es prácticamente imposible ser candidato si no es a través de una fuerza partidaria (corporativización) y es prácticamente imposible que una campaña electoral no tienda a convertirse en una disputa entre dos grupos difusamente definidos (polarización).

Lo que los kirchneristas buscan destruir es la idea de candidatos independientes, y con ello quieren también, lógicamente, convertir a la política en una fórmula vacía de contenidos. Así es como informalmente se han fundado dos partidos: Oficialismo y Oposición, fuerzas que son exactamente iguales en cuestiones de fondo y que sólo difieren entre si en asuntos superficiales. Los oficialistas y los opositores terminan, al final del día, trabajando para el gobierno, pues, con la República arrasada, la monarquía tiránica se impone.  

Entre las testimoniales saladas y los califas absolutistas

En Salta están los oficialistas encabezados por Rodolfo Urtubey y Evita Isa, planteando una suerte de candidatura testimonial falsificada, algo que podría llamarse una “testimonial salada” (por aparentar haber sido sacada de La Saladita). No es casualidad la elección de lo nombres: en un régimen cada vez menos republicano como el nuestro, los “monarcas” tienen que ser quienes, al mismo tiempo, ejecuten y legislen.

Miguel Isa, para demostrar que está en sintonía con lo de demoler a la República y reemplazarla por un régimen autocrático, protagonizó un episodio patético recientemente: se enfrentó a Agustín Pérez Alsina (Senador Nacional por el PRS) para bloquearle su reelección en el senado, sosteniendo que sólo los peronistas debían ser parte del gobierno de Urtubey, y luego, insólitamente, le atribuyó el adjetivo de “peronista” a Andrés Zottos –el vicegobernador que pertenece al mismo partido que Pérez Alsina– para excluirlo de su idea de barrer con los aliados que tiene el gobierno. O sea que Isa se cree capaz de distinguir a los peronistas de quienes no lo son, aún cuando los otros no lo sepan o se consideren lo contrario. Porque Isa no sólo está diciendo que su olfato le permite diferenciar entre quienes son auténticamente peronistas y quienes sólo lo fingen por conveniencia, también tiene los poderes mágicos de convertir en peronista (y, por ende, en gobernante) a aquel que toda su vida se consideró como algo diferente. Al Intendente le falta decir: “el peronismo soy yo”. Si eso no es absolutismo, ¿el absolutismo donde está?

Yo me pregunto: ¿qué dirá el califa salteño del Frente Plural y de otros urtubeycistas que le suman votos y que admiten abiertamente no ser ni querer ser peronistas? ¿Los convertirá en afiliados al PJ aunque los otros ni se enteren? ¿O los convocará para que le juren lealtad a un cuadro de Nacha Guevara disfrazada de Eva Perón?

Un poncho salteño de muchos colores

La Oposición está jugando el mismo juego destructivo que el Oficialismo. El líder indiscutido de los opositores salteños es Juan Carlos Romero, quien, temeroso de tener que enfrentarse a la Justicia que lo persigue, está haciendo lo imposible para conservar su banca de Senador Nacional y preservar sus fueros. Con este dato se explican las últimas novedades de su coalición: al parecer la UCR y el PPS, tras no poder convencer a Bernardo Biella para que se postule como candidato a Senador Nacional, se sumarían a la alianza romerista. Su objetivo, claro, es rapiñar unas cuantas bancas municipales y provinciales con la bendición de Romero.

La decisión de uceristas y pepesistas de apoyar al Júcaro rompería con la alianza que estaban intentando conformar con el Frente Amplio Progresista, una comparsa de desaliñados y malentretenidos que en Salta es más irrelevante que su hermano pipero del Partido Obrero. Ambas fuerzas izquierdistas, el FAP y el PO, anunciaron que presentarán candidaturas, pero cada una por separado. Lo que no aclararon es que sus candidaturas son testimoniales, pero en el sentido más elemental del término: dar testimonio de que estuvieron presentes aunque la ciudadanía salteña les dio masivamente la espalda.       

Pero lo que más claramente demuestra esta antidemocrática bipartidización de la política argentina son los alineamientos de aquellos que –a diferencia de los del FAP o de los del PO– muestran algo de afinidad con los sectores populares. Me refiero puntualmente a lo de José Ibarra, líder sindical de la CGT salteña, y a lo de Raúl Castells, un piquetero buscavidas que maneja varias milicias de desocupados en todo el país. 

El propio Juan Carlos Romero fue uno de los principales impulsores de la avanzada neoliberal que, en la década de 1990, destruyó el empleo digno en nuestro país; a su vez, cuando tuvo que hacerse cargo de las consecuencias de ello, no vaciló en responder a través de soluciones violentas. Ahora, después de unos cuantos años, los trabajadores y desocupados que el mismo Romero perjudicó impunemente y combatió agresivamente se acercan para darles su apoyo. ¿No suena a burla todo esto?

La gente de Olmedo, Olmedo de la gente

En este escenario indigno, en donde uno no puede decidir que es lo que ideológicamente quiere ser y en el que para tener protagonismo hay que arrodillarse voluntariamente ante quienes antaño querían doblegarnos, vale decir en el mundo del bipartidismo, la única solución parecen ser los independientes. ¿Y quien es independiente en Salta? Alfredo Olmedo. No es una expresión de deseo mía, es una realidad. El único candidato independiente en Salta es, hoy por hoy, Alfredo Olmedo (y, claro, la gente que lo acompaña). La posibilidad de que algún independiente consiga infiltrarse en alguna lista del Oficialismo o de la Oposición es actualmente inexistente. Entonces la opción para las próximas elecciones es, por un lado, elegir entre el viejo o el antiguo Amo, o, por el otro, elegirnos entre nosotros los salteños. 

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