En Salta siempre se ha cultivado
el nepotismo, pero nunca antes se había planteado la desvergonzada posibilidad
de legitimarlo como ha sucedido ahora. Me refiero, claro, al insólito evento
denominado “Mil Hijos” que organizaron afiliados al Partido Justicialista para
promover el “compromiso político” entre las familias de los funcionarios del
gobierno de Urtubey (lo de “compromiso político” me suena a un eufemismo para
decir “omertización”, pero quizás yo esté exagerando).
Evita Isa –como no podía ser de
otro modo– fue la estrella del evento, que contó con el generoso auspicio y la
infaltable participación de Miguel Isa. La concejal capitalina Frida Fonseca,
presente allí también con su prole, dijo que estos festivales de nepotismo
sirven para el recambio político, pues el propósito es ayudar a los dirigentes jóvenes
que más conocimiento de ideología peronista tienen y que más trabajo de
militancia social realizan a aclimatarse al poder. Según Fonseca esos jóvenes
mejor dotados en peronismo y militancia que el resto son, por supuesto, los hijos
de los actuales funcionarios; para la concejal, ellos merecen ocupar más que
nadie los espacios vacíos que se van generando, pero a condición de que antes
salgan a la calle y se interioricen sobre el sistema de punteraje que mantiene
viva la red clientelar que a los pejotistas le garantiza elección a elección un
importante colchón de votos.
Entre los concurrentes a “Mil
Hijos” estuvieron el hijo de Marcelo Lara Gros y la hija de Pablo Kosiner, dos
jovencitos que siguen la misma senda electoralista que Evita Isa, pero con el
deseo de conseguir cargos provinciales o municipales en vez de nacionales. Tanto
uno como la otra se identifican como kirchneristas y, a través de Twitter, promueven
la “revolución” de Cristina. Ambos me hicieron acordar a Gonzalo Quilodrán, pues
los dos comparten con él una característica notoria: su orfandad espiritual.
En efecto, mientras Cristina
Kirchner demagogiaba en Coronel Moldes, Quilodrán quebró en llanto. Las cámaras
de televisión lo capturaron y toda Salta se enteró. Allí estaba el coordinador
provincial de PROCREAR, llorando como si la Virgen María se le hubiese
aparecido en una visión (sospecho, de hecho, que este sujeto frente a la Madre de Dios no emitiría
las mismas lágrimas que emitió frente a la Presidente). Ciertamente cabe la posibilidad de que todo haya sido una farsa de Quilodrán, ¿pero que tal si no lo fue?
Hace poco, hablando sobre la castración espiritual, señalé que la tendencia actual es que
lo afectivo predomine sobre lo racional y que la política se sentimentalice. Pues
bien Gonzalo Quilodrán es el mejor ejemplo de ello: un hombre del PJ escuchando
un discurso trivial y llorando por eso, alguien de la política que pone su
mente en piloto automático y se deja conmover por palabras calculadamente cínicas,
una persona que gobierna comprando a su vez la burda propaganda oficialista, todo ello devela el
grado de extremismo en el que se nos obliga a vivir a los demás, extremismo provocado por la ausencia de valores que no le fueron debidamente inculcados a quienes lo ejercen por quienes debían de hacerlo.
Los jóvenes que participaron de “Mil
Hijos” saben perfectamente de quienes son hijos o entenados, pero ninguno
quiere reconocer que, en el fondo, no son más que huérfanos, y que por ello
necesitan juntarse, enquistarse y, finalmente, atrincherarse en la política. No tienen más nada. No sirven para la política, se sirven de ella, que es distinto.
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