viernes, 2 de agosto de 2013

Hijos, entenados y huérfanos

En Salta siempre se ha cultivado el nepotismo, pero nunca antes se había planteado la desvergonzada posibilidad de legitimarlo como ha sucedido ahora. Me refiero, claro, al insólito evento denominado “Mil Hijos” que organizaron afiliados al Partido Justicialista para promover el “compromiso político” entre las familias de los funcionarios del gobierno de Urtubey (lo de “compromiso político” me suena a un eufemismo para decir “omertización”, pero quizás yo esté exagerando). 

Evita Isa –como no podía ser de otro modo– fue la estrella del evento, que contó con el generoso auspicio y la infaltable participación de Miguel Isa. La concejal capitalina Frida Fonseca, presente allí también con su prole, dijo que estos festivales de nepotismo sirven para el recambio político, pues el propósito es ayudar a los dirigentes jóvenes que más conocimiento de ideología peronista tienen y que más trabajo de militancia social realizan a aclimatarse al poder. Según Fonseca esos jóvenes mejor dotados en peronismo y militancia que el resto son, por supuesto, los hijos de los actuales funcionarios; para la concejal, ellos merecen ocupar más que nadie los espacios vacíos que se van generando, pero a condición de que antes salgan a la calle y se interioricen sobre el sistema de punteraje que mantiene viva la red clientelar que a los pejotistas le garantiza elección a elección un importante colchón de votos.

Entre los concurrentes a “Mil Hijos” estuvieron el hijo de Marcelo Lara Gros y la hija de Pablo Kosiner, dos jovencitos que siguen la misma senda electoralista que Evita Isa, pero con el deseo de conseguir cargos provinciales o municipales en vez de nacionales. Tanto uno como la otra se identifican como kirchneristas y, a través de Twitter, promueven la revolución” de Cristina. Ambos me hicieron acordar a Gonzalo Quilodrán, pues los dos comparten con él una característica notoria: su orfandad espiritual.

En efecto, mientras Cristina Kirchner demagogiaba en Coronel Moldes, Quilodrán quebró en llanto. Las cámaras de televisión lo capturaron y toda Salta se enteró. Allí estaba el coordinador provincial de PROCREAR, llorando como si la Virgen María se le hubiese aparecido en una visión (sospecho, de hecho, que este sujeto frente a la Madre de Dios no emitiría las mismas lágrimas que emitió frente a la Presidente). Ciertamente cabe la posibilidad de que todo haya sido una farsa de Quilodrán, ¿pero que tal si no lo fue? 

Hace poco, hablando sobre la castración espiritual, señalé que la tendencia actual es que lo afectivo predomine sobre lo racional y que la política se sentimentalice. Pues bien Gonzalo Quilodrán es el mejor ejemplo de ello: un hombre del PJ escuchando un discurso trivial y llorando por eso, alguien de la política que pone su mente en piloto automático y se deja conmover por palabras calculadamente cínicas, una persona que gobierna comprando a su vez la burda propaganda oficialista, todo ello devela el grado de extremismo en el que se nos obliga a vivir a los demás, extremismo provocado por la ausencia de valores que no le fueron debidamente inculcados a quienes lo ejercen por quienes debían de hacerlo.  

Los jóvenes que participaron de “Mil Hijos” saben perfectamente de quienes son hijos o entenados, pero ninguno quiere reconocer que, en el fondo, no son más que huérfanos, y que por ello necesitan juntarse, enquistarse y, finalmente, atrincherarse en la política. No tienen más nada. No sirven para la política, se sirven de ella, que es distinto. 

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