jueves, 2 de octubre de 2014

El lento exterminio: la rana en el agua hirviendo

El Código Civil que pretende imponer el kirchnerismo generó un nuevo enfrentamiento entre la Oposición y el Oficialismo. Sin embargo, lo que se debe tomar en cuenta es que no se trató en esta ocasión de un choque entre conservadores y progresistas, sino más bien de un desencuentro de dos facciones de progresistas. 

La mayoría de los progresistas de este país se quejaron porque el nuevo Código Civil y Comercial sólo destruye el concepto tradicional de familia, pero deja intactos los conceptos de propiedad, patrimonio, trabajo, etc. Esa gente parece que no leyó a Engels. En efecto, el gran socio y amigo de Karl Marx escribió El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado en donde sostiene que si se destruye la idea burguesa de familia entonces será más fácil cambiar los regímenes de propiedad y el rol del Estado en la vida cotidiana. Y esa es la vía por la que ha transitado el kirchnerismo: terminar de demoler aquello que, por el contrario, le correspondía reconstruir. 

Lo que ha hecho el gobierno es utilizar a su favor el síndrome de la rana en agua hirviendo. El mismo señala que si se arroja una rana viva a una olla con agua hirviendo, la rana con toda seguridad se salvará, pues ante la sensación abrasadora del agua en ebullición, el batracio no vacilará en huir lo más rápido posible. Pero si la misma rana entra en una olla con agua a temperatura ambiente, esta vez el animal se sentirá cómodo en su elemento y no saltará. Luego, al calentarse paulatinamente el agua, la rana terminará su vida cociéndose sin que apenas se entere. 

De esa manera, al encontrar una olla con agua tibia para empezar a hervirla, lo que ha hecho el Oficialismo es plantar la semilla para iniciar el exterminio no sólo de la familia, sino también -y principalmente- de la dignidad humana. Es el comunismo del siglo XXI: hombres y mujeres atomizados, viviendo en una suerte de soledad ontológica de la cual es imposible escapar, mientras son obligados a rendirles culto a una estructura administrativa (el Estado) que decide por uno y que pareciera ser infalible y libre de todo cuestionamiento. 

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