martes, 30 de septiembre de 2014

Agentes del mal

El mal es la ausencia del bien. Allí donde vemos que algo malo sucede es porque lo bueno no pudo concretarse. Y lo bueno no es algo extraordinario e inalcanzable, sino todo lo contrario: es algo cotidiano y de fácil acceso. De hecho siempre es más fácil hacer el bien que hacer el mal, porque para lo primero es necesario sólo coincidir con los demás, en tanto que para lo segundo se necesita ir deliberadamente en contra de los otros.

Uno puede escoger siempre entre lo bueno y lo malo. Normalmente uno está obligado al bien, puesto que el mal suele estar castigado. Entonces hacer el mal y arriesgarse a un castigo, como hacer el bien y gozar de sus beneficios, es una decisión individual.

El problema que puede surgir en esto del bien y del mal es que arbitrariamente se decida perder la perspectiva, convirtiendo en difuso aquello que es muy claro: la división entre lo bueno y lo malo. Para que ello suceda hace falta que alguien quiera confundir las cosas.

Juan Carlos Molina, el titular de la Sedronar, manifestó que está a favor de despenalizar las drogas. O sea que busca combatir a las drogas con más drogas, a un mal con otro mal. Su argumento es algo así como que aquel que debería concurrir ante un juez por posesión de droga debe ser únicamente el que la vende –y de ese grupo, sobre todo, el perseguido debe ser sólo aquel que ocupa el rol de comerciante mayorista de estupefacientes. Todos los demás, según su punto de vista, tienen que tener derecho de intoxicarse sin que nadie los perturbe, similar a lo que sucede con el alcohol o los cigarrillos.

Como titular de la Sedronar es más que obvio que debería estar planteando que NADIE consuma drogas ilegales, ni en grandes cantidades, ni en pequeñas cantidades. Suficiente problemas tiene la salud pública y la seguridad ciudadana con la existencia del alcohol y de los cigarrillos como para sumarle el problema de la despenalización de las drogas ilegales (que permanecen ilegales porque su poder destructivo es mucho mayor que el de aquellas sustancias adictivas legales que causan el alcoholismo y el tabaquismo).

Quizás a Molina le parezca imposible ver una población sana. Eso sería como pensar que el bien es algo extraordinario e inalcanzable, justo lo contrario a lo que cree un cristiano (¿acaso Molina no fue alguna vez sacerdote católico?).

Por otro lado, junto a Molina, en la misma semana hubo otro funcionario que dio declaraciones sorprendentes (e indignantes): me refiero a Emmanuel Álvarez Agis, Viceministro de Economía, quien sostuvo que en este país no hay vagos, simplemente hay gente que no trabaja porque no existe el empleo que pueda incorporarlo a las fuerzas laborales del país. Con ello Álvarez Agis reconoció que el gobierno nacional y sus aliados provinciales y municipales poco están haciendo para contribuir a generar empleo. Es decir, el Viceministro de Economía confesó que él y sus colegas nada hacen para procurar el bien del trabajador, empujándolo a éste al desempleo y a la inutilidad.

El problema es que ni Molina ni Álvarez Agis opinan a título personal: ambos son voceros de un gobierno nacional que promueve tanto el mal de las drogas como el mal de vivir por fuera de la cultura del trabajo.

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