El mal es la ausencia del
bien. Allí donde vemos que algo malo sucede es porque lo bueno no pudo
concretarse. Y lo bueno no es algo extraordinario e inalcanzable, sino todo lo
contrario: es algo cotidiano y de fácil acceso. De hecho siempre es más fácil
hacer el bien que hacer el mal, porque para lo primero es necesario sólo
coincidir con los demás, en tanto que para lo segundo se necesita ir
deliberadamente en contra de los otros.
Uno puede escoger siempre
entre lo bueno y lo malo. Normalmente uno está obligado al bien, puesto que el
mal suele estar castigado. Entonces hacer el mal y arriesgarse a un castigo,
como hacer el bien y gozar de sus beneficios, es una decisión individual.
El problema que puede
surgir en esto del bien y del mal es que arbitrariamente se decida perder la
perspectiva, convirtiendo en difuso aquello que es muy claro: la división entre
lo bueno y lo malo. Para que ello suceda hace falta que alguien quiera
confundir las cosas.
Juan Carlos Molina, el
titular de la Sedronar ,
manifestó que está a favor de despenalizar las drogas. O sea que busca combatir
a las drogas con más drogas, a un mal con otro mal. Su argumento es algo así
como que aquel que debería concurrir ante un juez por posesión de droga debe
ser únicamente el que la vende –y de ese grupo, sobre todo, el perseguido debe
ser sólo aquel que ocupa el rol de comerciante mayorista de estupefacientes. Todos
los demás, según su punto de vista, tienen que tener derecho de intoxicarse sin
que nadie los perturbe, similar a lo que sucede con el alcohol o los
cigarrillos.
Como titular de la Sedronar es más que obvio
que debería estar planteando que NADIE consuma drogas ilegales, ni en grandes
cantidades, ni en pequeñas cantidades. Suficiente problemas tiene la salud pública
y la seguridad ciudadana con la existencia del alcohol y de los cigarrillos
como para sumarle el problema de la despenalización de las drogas ilegales (que
permanecen ilegales porque su poder destructivo es mucho mayor que el de aquellas
sustancias adictivas legales que causan el alcoholismo y el tabaquismo).
Quizás a Molina le parezca
imposible ver una población sana. Eso sería como pensar que el bien es algo
extraordinario e inalcanzable, justo lo contrario a lo que cree un cristiano (¿acaso
Molina no fue alguna vez sacerdote católico?).
Por otro lado, junto a
Molina, en la misma semana hubo otro funcionario que dio declaraciones
sorprendentes (e indignantes): me refiero a Emmanuel Álvarez Agis, Viceministro
de Economía, quien sostuvo que en este país no hay vagos, simplemente hay gente
que no trabaja porque no existe el empleo que pueda incorporarlo a las fuerzas
laborales del país. Con ello Álvarez Agis reconoció que el gobierno nacional y
sus aliados provinciales y municipales poco están haciendo para contribuir a
generar empleo. Es decir, el Viceministro de Economía confesó que él y sus
colegas nada hacen para procurar el bien del trabajador, empujándolo a éste al
desempleo y a la inutilidad.
El problema es que ni
Molina ni Álvarez Agis opinan a título personal: ambos son voceros de un gobierno
nacional que promueve tanto el mal de las drogas como el mal de vivir por fuera
de la cultura del trabajo.
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