domingo, 21 de septiembre de 2014

Los mercaderes en el templo

Larroque haciendo proselitismo en su visita al Vaticano.
Últimamente he visto a mucha gente que critica al Papa Francisco porque ha recibido en Roma a muchos kirchneristas. Son gente que supone que el Sumo Pontífice de la cristiandad tiene una responsabilidad política en la Argentina. Por tanto, al encontrarse con Cristina Kirchner, Milagro Sala, Guillermo Moreno, Carlos Zannini o tantos otros personajes reprochables, esta gente piensa que el Papa se ha vuelto kirchnerista.

Quienes hablan así son aquellos que no han entendido al cristianismo. Dios se hizo hombre para darle al hombre la posibilidad de salvarse. Eso es algo que depende de cada uno: en el fuero íntimo, cada hombre decide entre creer y salvarse o entre no creer y condenarse, es una cuestión de voluntad. El sacerdote tiene la función de llevar el mensaje de salvación a cada hombre, pero no puede imponérselo, no puede obligarlo a que crea. Pues bien, eso es lo que sucede con el Francisco: él es sólo un hombre que transmite un mensaje de Dios que, desde hace 2000 años, se viene transmitiendo entre los hombres. Es asunto de cada hombre escuchar ese mensaje o pasarlo por alto.  

Todos esos políticos, empresarios, artistas, deportistas y demás personajes que viajan a Roma a sacarse la foto con Francisco sólo acceden a una imagen. Supongo que por cuestiones culturales ellos ya conocen el mensaje cristiano, por lo que, en definitiva, es su responsabilidad el buscar su salvación. Quiero decir el Papa ha recibido a todo tipo de personas –porque él ocupa ese puesto precisamente para hacer eso–, pero es responsabilidad de cada uno de los que tienen la foto con Francisco el absorber el mensaje de la Iglesia y vivir sus vidas cristianamente.

Si Maradona consigue una audiencia en el Vaticano y una semana después se encuentra pecando no es un problema del Papa, es un problema de Maradona que utiliza su libertad para condenar su alma. Lo mismo con la Presidente: si ella se saca la foto con Francisco y al día siguiente obra del modo contrario al que ordena Cristo, es ella la que está desaprovechando la posibilidad de enmendar su vida. Al final ella quedará como una mujer que fue al templo, vendió su mercancía y, pese a no haber sido expulsada a latigazos por Cristo, terminó profanando el mensaje de Dios.   

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