jueves, 5 de junio de 2014

Debatir sobre el Servicio Militar Obligatorio

El arte de subestimar a las mayorías

Alejandro Nieva, Diputado Provincial de Salta Somos Todos, dijo recientemente que –debido a la enorme adhesión que tiene la idea de recuperar el Servicio Militar Obligatorio– lo que verdaderamente se debe discutir, y de manera urgente, es qué tipo de SMO necesita el país. Vale decir, el pueblo argentino clama el retorno de la conscripción, por lo que (para no convertirse en elitistas divorciados de la realidad) los políticos deberían ponerse a materializar esa necesidad en lugar de hacer oídos sordos.

Ciertamente hay un grupo de gente que se opone a la reinstauración del SMO en la Argentina. Ello es entendible. Sin embargo, esa gente suele argumentar que no es cierto que el grado de adhesión popular al SMO sea tan alto, y que, aun si lo fuese, aún así no deja de ser una idea estúpida e infundamentada. Ese tipo de opinión equivale a subestimar al pueblo argentino, el cual si bien es propenso a equivocarse a la hora de elegir gobernantes también es lo suficientemente ilustrado para opinar con acierto sobre muchas cuestiones. Dicho de otro modo si Argentina fuese hoy en día un país ordenado, próspero y exitoso, la opinión de la mayoría sería que no se necesita del SMO para crecer y desarrollarnos, pero ese, lamentablemente, no es el caso, por lo que el pedido popular de abrir los cuarteles y revalorizar a las Fuerzas Armadas no es un "resabio de la educación reaccionaria" o alguna sandez semejante sino mera voluntad de resolver el caos en el que se vive cotidianamente.  

Usar la escarapela todos los días

El proyecto del Diputado Nacional (MC) Alfredo Olmedo para que se recupere el SMO apunta a reclutar únicamente a la franja de jóvenes que, entrados en la mayoría de edad, se encuentran sin empleo, sin estudios y sin porvenir. Es el “ni-ni” el objetivo de la iniciativa. Muchos progresistas sostienen que esa selectividad es discriminatoria y estigmatizante. Semejante opinión es una muestra de imbecilidad incurable. El “ni-ni”, habitualmente, no lo es por decisión propia, sino que cayó en esa condición por falta de oportunidades; por tanto lo verdaderamente discriminatorio y estigmatizante es dejar que esa persona persista en esa condición hasta que la situación lo consuma. El “ni-ni”, como el adicto, es un individuo al que hay que ayudar en lugar de abandonarlo a su suerte o fomentarle su vicio.

Una manera de ayudar al “ni-ni” es dándole la disciplina y los valores morales que su familia no pudo o no supo inculcarle, y que tampoco adquirió en su paso por la escuela. La disciplina guía hacia la autodisciplina y los valores morales regulan el comportamiento propio. Está probado (las excepciones no hacen más que confirmar la regla).

Ahora bien, el gran temor que los progresistas expresan es que el SMO se convierta en una escuela de guerra urbana y clandestina para los que pasen por sus filas. Es decir, si se convoca a los “ni-ni”, se les da cierto tipo de instrucción militar, y se los devuelve a su hábitat en la que la falta de trabajo digno y el crimen son la moneda corriente, estos sujetos se volverán más peligrosos de lo que eran antes. A esa opinión la he leído y escuchado en diversos lugares. Y es lamentable. Es lamentable porque es la típica opinión de un ombliguista al que el patriotismo le causa comezón. Quienes piensan así son los que comprenden al SMO como un juntadero de cuerpos que terminan ejerciendo el trabajo esclavo en los cuarteles al realizar lo que en lenguaje militar se denomina “labor de tropa”. Pero el SMO no es sólo eso, el SMO es, ante todo, una escuela para el espíritu, es una oportunidad para aprender a amar a la Argentina.

En las escuelas de todo el país se organizan actos para honrar a la historia nacional, pero en los cuarteles, durante el periodo de conscripción, a la historia nacional se la vivencia en carne propia. Una vez, charlando sobre el uso de la escarapela, un militar retirado me comentaba que él la usa a diario, porque la lleva "por dentro de su pecho". La frase suena trillada pero no dudo de la sinceridad de ese hombre, porque recuerdo que me lo decía casi con lágrimas en los ojos. Escuché no hace mucho a un camporista decir lo mismo, pero su tono no era el de alguien que vivenció Argentina en la piel sino que más bien era el de alguien que vive de la Argentina, como esos parásitos que viven de otros organismos.

¡A las armas, ciudadanos!

Mediante la Ley 24.429, en el año 1994 se suspendió la obligatoriedad del Servicio Militar. Sin embargo la Ley 17.531 sigue vigente, por lo que el Servicio Militar sigue siendo una medida aceptable en nuestro país.

Una cosa que planteó Ishii al retomar la cruzada olmedista para el retorno del SMO es que nuestro país debe prepararse para la guerra contra el narcotráfico, ya que la violencia del mundo narco se ha instalado definitivamente en la Argentina. Si uno observa la situación de Colombia o México notará que los cárteles de droga allá controlan territorios, corrompen a jueces, políticos y fuerzas de seguridad, lavan dinero invirtiendo en negocios legítimos y no vacilan en defender ese imperio recurriendo a las armas de fuego. Por ese motivo Colombia y México se encuentran en estado de guerra.

Dado el grado de penetración del narcotráfico en Argentina, no sería de extrañar que aquí también se desate una guerra en contra de los narcos (en rigor, en nuestro país ya existe una guerra entre clanes narcos, pero no una guerra entre el Estado nacional y estas bandas criminales). Si Argentina entra en default nuevamente, la crisis obligaría al Estado a reducir sus políticas asistenciales, lo que implicaría que el camino estaría allanado para que los narcos se conviertan en un partido político o una ONG dispuestos a tapar los huecos socioeconómicos reclutando a hombres y mujeres para sus filas.

El país necesita, entonces, no sólo unas Fuerzas Armadas que conviertan a la generación abandonada en ciudadanos capaces de vivenciar a su patria, sino también en ciudadanos dispuestos a defenderla con su vida.   

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