lunes, 28 de enero de 2013

¿Y si tomamos en serio a Rocío Marengo?

La colonia tiene miedo

El anuncio de Rocío Marengo de su intención de candidatearse a diputada provincial en Buenos Aires generó diversas reacciones. Hubo un grupo grande de personas que despreciaron su osadía, mientras que otro gran grupo, por el contrario, le manifestó su apoyo.

Curiosamente, el primer grupo está integrado por un gran número de oficialistas, es decir por las huestes cristinistas. Los no-oficialistas que criticaron a Marengo lo hicieron bajo la idea de que si ella se presenta difícilmente la votarían, pero los oficialistas fueron un paso más allá y le suprimieron su derecho a ser candidata. Al parecer para ellos, para los oficialistas, la política es una actividad reservada para una élite de iniciados, por lo que nadie está autorizado a presentarse a una elección si no pasó antes por un largo proceso de aprendizaje al que ellos denominan “militancia”. Para ellos no alcanza con que una persona siga a la política desde afuera, si desde joven no se han aprendido todos los trucos viles que la actividad supone entonces presentarse a una elección es usurparle el puesto a alguien que si puede comportarse como un chacal y que, a su juicio, merece más que nadie ese lugar.  

Lo que sucede, en realidad, es que los cristinistas son profesionales de la política, o sea son una piara de inservibles a los que si se les quita el control del Estado y se los deja librados a su capacidad y talento morirían de hambre. Esto se entiende mejor con una analogía tomada de la biología: cuando un cuerpo es invadido por un elemento ajeno con la intención de residir allí a expensas suya se está en presencia de un parásito; cuando los parásitos se multiplican forman una colonia; lo que pone a la colonia nerviosa es cualquier cosa que llegue para desalojarla, incluso Rocío Marengo.  

Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago

De todos modos es chocante ver que son los K los que cuestionan a Marengo por su falta de formación y por su intento de banalizar a la política. ¿Acaso ellos no tienen a un ejército de famosos –los llamados “perros garroneros”– a su servicio?

Se puede sostener que los integrantes de la farándula cristinista no fungen como funcionarios ni ocupan cargos electivos, pero yo creo que eso es circunstancial. En un hipotético escenario futuro, en donde el cristinismo estuviese depuesto del poder y todos los famosos ubicados en listas negras, ¿los defensores del régimen no saldrían a dar la cara para conseguir o ayudar a conseguir algún puesto político que los salve? Seguramente sería mentir afirmar que “no”.

Pero no hace falta lo contrafáctico para encontrar casos que deberían de avergonzar a los cristinistas mucho más que una candidatura de Rocío Marengo. En 2009, en las elecciones legislativas, Nacha Guevara integró las listas del Frente para la Victoria disfrazándose de Eva Perón. Una cosa totalmente banal: utilizaron a una actriz para que personifique a otra actriz, muerta hacía casi sesenta años. Como no pudieron candidatear a una persona ya fallecida, se les ocurrió la “brillante” idea de candidatear a un simulacro. En 2009 el kirchnerismo estaba tan necesitado de políticos confiables que tuvieron que recurrir a alguien de la década de 1940 para obtener credibilidad (y aún así perdieron).

La candidatura de Eva Perón avatareada en Nacha Guevara, y el fracaso de esa experiencia (junto al voto castigo en contra del kirchnerismo), dejó en claro que en nuestro país la corporación política le resulta detestable a la mayoría de la ciudadanía. Aquí a los únicos políticos profesionales que se respetan son a los que ya murieron, tal y como lo comprobaron las repercusiones posteriores de los decesos de Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner. Todos los demás políticos son despreciados por el común de la gente, puesto que son percibidos como personajes que se dan los grandes lujos y tienen vidas bastante cómodas gracias al esfuerzo de los demás, vale decir se los ve como a parásitos.

Una cachetada a los partidos

Rocío Marengo expresó su apoyo a una eventual candidatura presidencial de Mauricio Macri en el 2015, y sugirió su inclusión en la lista de diputados provinciales del PRO de este año por la sexta sección electoral de la provincia de Buenos Aires. No obstante el mismo PRO la desmintió, sosteniendo que ella no formaba parte del plantel de famosos que esa fuerza política está ayudando a introducir a la política electoral.

Marengo, de cualquier manera, sigue insistiendo en que quiere participar de la política. Es por ello que otras fuerzas se acercaron a ella (la propia Marengo dijo haber recibido propuestas del denarvaísmo y del sector camporista que encabeza Juan Cabandié). ¿Pero por qué es obligatorio que un partido la sume a sus listas para presentarse a una elección? ¿No puede ir como independiente y por cuenta propia? La respuesta es “no”. Nuestra Constitución Nacional reformada en 1994, en su artículo 38, impone la partidocracia. Esto es grave, pues hace del partido algo más importante que el político (del mismo modo que el Partido Comunista de la URSS o el Partido Nacional Socialista Alemán estaban por delante de sus dirigentes). En Venezuela, un lugar que no es precisamente el máximo ejemplo de la democracia, existe la opción de que un ciudadano cualquiera –sea el equivalente venezolano a Macri, Cabandié, Olmedo o Marengo– se postule a una elección sin la necesidad de contar con un partido. Después que la gente los vote o no los vote ya es una historia completamente diferente, pero no es eso lo que importa aquí. Aquí importa que una persona con valores muy firmes busca ponerse al servicio del pueblo y, penosamente, se ve obligada a mendigar la posibilidad de que ese mismo pueblo la elija. Eso es algo que los políticos actuales se niegan a cambiar, porque, ya saben, parásitos. 

Pregunta final

Cuando los cristinistas critican a Marengo, a ella la pasan por alto. No la toman en serio. Acusan al PRO –pese a que el PRO reconoció no haberla convocado– de estar pretendiendo denigrar algo tan solemne como el arte de controlar un Estado. Hemos visto a Cristina Kirchner sacarse fotos junto a su muñeca, a un Amado Boudou borracho tocar la guitarra en calzoncillos, a Aníbal Fernández huir en el baúl de un auto, ¿y es a Rocío Marengo a quien no debemos tomar en serio?     



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