domingo, 20 de enero de 2013

La carne al asador

Tres lectores de Luís Caro Figueroa que se toman en serio lo que escribe
Las palabras de un fanático

Luís Caro Figueroa escribió en Noticias Iruya.com:
Muy suelto de cuerpo, Olmedo ha declarado solemnemente lo siguiente: "Los Derechos Humanos son para los humanos derechos, no para los torcidos".
Esta memorable afirmación, que no postula otra cosa que el que las personas que transgreden la Ley no deban gozar de ningún derecho (ni siquiera de los fundamentales, como el derecho a la defensa, a un juez imparcial o a un juicio justo), es gravísima, teniendo en cuenta que el señor Olmedo integra nada menos que una de las cámaras del Congreso Nacional, en donde reside la soberanía popular.
En casi tres décadas de vigencia ininterrumpida de la Constitución Nacional, ninguna persona con responsabilidad política (y casi ninguna sin ella) se había animado, hasta ahora, a reclamar abiertamente la negación absoluta de los derechos fundamentales para una clase de ciudadanos. Nadie fue capaz de llegar tan lejos.
Este breve texto confirma que este miembro del clan Caro Figueroa es, al igual que muchos otros argentinos, un fundamentalista del dedehachehachismo. Esto lo lleva a defender sin un mínimo de apertura crítica a su dogma. De allí que se contradiga y diga tonterías tan sueltamente. Y de allí también es que lo espante el hecho de que alguien someta al pensamiento racional algo que, según su punto de vista, debe ser aceptado de manera ciega, sorda y muda.

Aprobado sin hacer los deberes

Primero y principal: con su eslogan Olmedo no está proponiendo convertir en "cosas" a las "personas". Eso es lo que hacen los abortistas, pero no los dignos salteños como Olmedo. Al crear la categoría de los "humanos torcidos" frente a la de los "humanos derechos", lo que Olmedo busca en realidad es señalar que la teoría de los Derechos Humanos no plantea el tema de los deberes. 

En efecto, esto es así puesto que el dedehachehachismo nació para colocar al individuo por sobre la comunidad a la que pertenece. Entonces, un individuo humano, por el sólo hecho de ser un individuo humano, supuestamente goza de una serie de derechos que no tienen una contraparte simétrica de deberes. Dicho de un modo más simple: el dedehachehachismo sostiene que todo hombre goza de algo que no está obligado a retribuir de ninguna manera, es un regalo que la naturaleza le da sólo por ser quien es. 

El problema con esto, claro, es que uno puede tomar ese regalo o don (su vida) y desperdiciarlo. En cualquier otro ámbito, dicha acción supone una consecuencia negativa, pero no aquí: para el dedehachehachista uno tiene la posibilidad de malgastar la propia vida causando daño en los demás y aún así no se está obligado a pagar por ello. 

Soberanía y Derechos Humanos

A Caro Figueroa lo deja perplejo el hecho de que, integrando Olmedo un cuerpo político que ejerce la soberanía popular, el diputado se atreva a criticar el dogma de los DDHH. Esto pone al descubierto que Caro Figueroa no tiene ni una remota idea de cuál es la relación entre el concepto de soberanía y el de DDHH. 

Habría que aclararle a este cagatintas que, justamente, los DDHH se contraponen EXPRESAMENTE a la idea de la soberanía popular. Un pueblo es soberano cuando decide que hacer sin consultar a los demás, cuando materializa su voluntad del modo que cree más conveniente. Cuando, por el contrario, ese acto de toma de decisión encuentra una barrera externa (como la prohibición internacional de castrar a alguien que los DDHH enuncian), entonces la soberanía es coartada. 

El Congreso Nacional, por tanto, debería ser el principal opositor del dedehachehachismo y no su principal promotor. Esto, obviamente, si Argentina fuese el país libre y soberano que pensaron los próceres de 1810, y no la colonia boba en la que nos convirtieron nuestros líderes de las últimas décadas. 

Un asado de vaca sagrada

Caro Figueroa señala que la Constitución Nacional lleva "tres décadas de vigencia ininterrumpida". Esto es, simplemente, falso. Los golpes de Estado no anulan la vigencia de la Constitución Nacional (de hecho el golpe de 1976 se hizo para proteger y hacer cumplir la Constitución de 1853, estableciendo para ello las famosas cuatro normas del Proceso de Reorganización Nacional que tenían por objetivo generar un marco sociopolítico en donde no se pudiera avasallar a la Constitución Nacional), por lo que la vigencia de la Ley Suprema de nuestro país lleva mucho más de tres décadas. 

Supongo que lo que Caro Figueroa quiso decir es que es la "democracia" en nuestro país la que lleva tres décadas de vigencia ininterrumpida. Eso si es cierto. Pero no tiene nada que ver con los DDHH. De hecho, puesto que el dogma de los DDHH atenta deliberadamente en contra de la soberanía popular, se puede afirmar que el dedehachehachismo excluye a la democracia. Y si no la excluye, al menos la subordina: al decir que los derechos individuales dependen de la posesión de la razón (ya que un ser humano es un animal racional según este punto de vista) y sustraer de la discusión a esos derechos se está aniquilando su fundamento racional, y sin racionalidad no hay democracia posible. 

El dedehachehachismo conduce a la impotencia colectiva: hay miles de hambrientos y hay miles de vacas, pues bien para el dedehachehachismo esas vacas son sagradas, entonces el hambriento no podrá comerlas. Aunque se muera de hambre... A menos que alguien sea capaz de poner esa carne en el asador. Alguien que sea capaz de llegar tan lejos.  

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