martes, 12 de agosto de 2014

La Salta que hace falta

Tras la firma del "Consenso de cambios para el Progreso de Salta" (CCPS) -un documento en que las fuerzas salteñistas que no están en el gobierno se comprometen a dotar a la provincia de todo aquello que le haga falta para su prosperidad y progreso, independientemente de quien de ellos consiga el mayor poder- el imberbe de Matías Assennato señaló que la iniciativa es un salto al pasado. 

Assennato confunde "achiques" con el barrer con los ñoquis de la administración pública, y llama "ajustes" a la recuperación de la cultura del trabajo. Lo peor de todo es que acusa a los firmantes del CCPS de representar la inflación y los despidos. ¿No se dio cuenta que los representantes de eso son los gobernantes a los que él apoya?

En lo personal creo que el CCPS es una oportunidad para recuperar el pasado que este presente de mediocridad y decadencia destruyó. Javier Indalecio Barraza, un profesor universitario, ha descrito muy bien esa esperanza en un texto que creo que vale la pena compartir
Los salteños nos hemos acostumbrado a la mediocridad y la grosería. Mi querida provincia —aristocrática en sus modos y serena en sus hábitos— se ha convertido en el reino de la corrupción y del nepotismo. Silenciosamente, vamos perdiendo el gusto por ser descendientes de una gran tradición cultural e histórica. 
Los tres órganos de gobierno están plagados de amigos, parientes y amantes, donde la razón y la pericia brillan por su ausencia. 
Los valores y la educación que adquirí en la Escuela Normal de Salta ya no existen más. Los maestros viven con sueldos de hambre, peleándose por migajas en estériles huelgas. Para la moral actual de los salteños, la educación ha dejado de ser legítima, por eso nuestros maestros ya no son respetados y los niños no saben leer ni escribir. Las escuelas  y universidades salteñas no figuran en ningún ranking internacional. 
No hay diálogo. Disentir es motivo para que uno sea insultado y vejado públicamente. Hace poco —por decir estas cosas— fui increpado por un compañero del colegio. Quienes lo conocemos, sabemos que era el "burro”, el vago que no estudiaba nada. Paradójicamente, hoy es una alta autoridad docente, que decide ascensos y evalúa la actuación de otros que tienen una probada trayectoria académica. ¿Cómo podemos admitir silenciosamente estas cosas? Ya nada nos interesa de Salta, la excelencia, la música, su poesía. Todo es indiferente. 
Los derechos fundamentales, tales como el derecho a la vivienda son una mera quimera, no obstante que es un derecho plenamente operativo previsto en la Constitución Nacional y los tratados internacionales de jerarquía constitucional. 
Te quiero, mi querida provincia.  Amo a mis comprovincianos, a los que se levantan al alba para trabajar honestamente. A aquellos que siguen creyendo en los valores de libertad y justicia. A los que siguen enseñando en zonas inhóspitas, esas que a nadie le importa. Me duele que se hayan acostumbrado a la mediocridad, a la corrupción y al nepotismo. 
Quiero seguir sintiendo el orgullo de ser salteño, de ser el heredero de figuras como Güemes, Gurruchaga, Zuviría, Boedo, entre tantos otros. Es mi deseo seguir reflejándome en la poesía de Ramón Burgos, Hugo Alarcón, José Ríos, Benjamín Toro y Miguel Cáceres (¿los conocen? ¿los recuerdan?). Quiero seguir sosteniendo la utopía de que podemos construir la Gran Provincia de Salta.

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