En estos últimos días se desató
una polémica mediática entre el periodista Jorge Lanata y el ejército
progrecínico argentino, debido a que Lanata dijo aquello que, al parecer, actualmente
no se puede decir: la verdad.
Trinidad con su DNI falsificado por el propio Estado |
Un travestido fue, es y siempre
será un hombre. Puede ser que sea un hombre actuando de mujer o incluso un
hombre sintiéndose mujer, pero jamás dejará de ser hombre por una cuestión de
cromosomas. Es un hombre negando su masculinidad, un hombre renunciando a
asumir el rol de macho que le tocó, pero JAMÁS una mujer.
A Lanata lo llamaron “homófobo”,
“racista”, “miserable” y de muchas otras formas. Pero más allá del agravio
personal, también se lo intentó desacreditar como profesional, sosteniendo que
los comunicadores tienen la responsabilidad de comunicar información del modo
más correcto posible. Y ahí está el problema: para muchos –entre los que me
incluyo– lo “correcto” es lo verdadero, en cambio para muchos otros lo
“correcto” es el eufemismo que se inventa para que lo falso no suene tan
chocante.
De todos modos si le han exigido
corrección a Lanata, también deberían exigírsela al travestido Roberto Carlos
Trinidad, hoy llamado “Florencia de la
V ”. Este sujeto salió en la televisión mostrando un DNI en el
que dice que él es una mujer. El DNI no es más que un carnet de afiliado al
Estado argentino, lo que quiere decir que para esa institución Trinidad es una
mujer; empero la sociedad argentina no se reduce al Estado ni depende de él
para existir como entidad autónoma. Por ello la sociedad puede cuestionar todas
y cada una de las acciones estatales si las considera nocivas. Entonces es
Trinidad quien debe velar por la corrección al momento de hablar: no puede
salir en la pantalla de televisión diciendo que él es mujer, cuando en realidad
no lo es. Su acción no es más que mero proselitismo elegebetista.
Si este travestido o cualquier
otro travestido quiere que los consideremos mujeres, entonces deberían usar los
espacios televisivos para entrevistar a sus ginecólogos, quienes, con la
profesionalidad de un galeno, determinarán si se trata o no de un hombre con
peluca.
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