martes, 8 de julio de 2014

La salvación por las obras

El indignante escándalo del IPV terminó con la intervención del organismo por orden del Gobernador Urtubey. Ahora el interventor Posadas aplica políticas de tolerancia cero hacia la turbiedad

Esta apuesta por la transparencia es sana, pero tiene el problema de ser tardía. Y no parece ser tampoco general, pues es sólo el IPV el que está siendo sometido a un proceso de transparentamiento. ¿Qué hay, por ejemplo, de los ministerios? ¿Y que pasó con el Fondo de Reparación Histórica?

Recientemente el Papa Francisco sugirió (con ímpetu revolucionario según sostienen algunos) que aquel corrupto que le roba dinero al pueblo debe devolverlo. Es lo que le corresponde. Hoy en día el corrupto es acusado, denunciado y hasta penado, pero no tarda demasiado en volver a reubicarse. Es que una vez que pasa el vendaval se reúne rápidamente con su botín. Si Cristina Kirchner deja el poder hoy, puede vivir orondamente de lo que gana con sus inversiones hoteleras mañana. Dichas inversiones, se sabe, son fruto de la corrupción. Según la propuesta del Papa, a nuestra Presidente le correspondería renunciar a esos hoteles, devolvérselos a la gente, pues fuimos nosotros quienes los pagamos. 

Que hermoso sería ver que toda esa gente que se hizo rica de la noche a la mañana gracias a su ingreso nepótico al Estado renuncie a todo lo que consiguió sin merecerlo. Sería una alegría para el trabajador honesto, pero más reconfortante sería para el propio corrupto, quien por fin podría mirar a los ojos a sus hijos, a sus padres o a sus vecinos y decir que no son unos viles ladrones. 

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