martes, 11 de febrero de 2014

Los caminos que conducen a Roma

El fin de semana pasado, el diario La Nación informó que Carlos Tomada -el actual Ministro de Trabajo argentino- junto a un par de líderes sindicales y empresariales se iban a reunir en el Vaticano con el Papa Francisco, para establecer así una mesa de diálogo cuyo objetivo sería el de consensuar propuestas para garantizar la paz social en nuestro país. 

La iniciativa parecía una cosa interesante, más aún tomando en cuenta que el influyente diario afirmaba que el propio Papa había realizado la invitación. Sin embargo, al poco tiempo apareció una periodista que es amiga personal del Santo Padre diciendo que todo se trataba de una confusión, y que el mentado encuentro no estaba en la agenda vaticana. 

Hay gente que se ha desilusionado al enterarse de que el Papa Francisco al final no está involucrándose en la vida cotidiana argentina activamente, como bien lo hacía cuando era el Cardenal Jorge Bergoglio. En lo personal creo que no hace falta que el Papa Francisco convoque a una mesa de diálogo en el Vaticano para discutir los problemas argentinos: nuestros políticos y referentes socioeconómicos bien pueden fortalecer el diálogo y el acuerdo sin irse hasta Europa. Con ello, claro, no estoy proponiendo que la Iglesia Católica no se involucre, sino todo lo contrario: en el país sobran sacerdotes de espíritu "franciscano" que pueden reproducir lo que el Papa Francisco piensa sobre las cuestiones sociales y dar sabios consejos. El tema pasa, ciertamente, por cuan dispuestos están los argentinos a escuchar al Santo Padre y, sobre todo, a vivenciar su mensaje. Si cada político argentino que viaja a Roma para sacarse una foto con el Papa (y la lista es interminable y variopinta, pues incluye a Juan Carlos Romero, Juan Cabandié, Miguel Isa, Hermes Binner, Jorge Capitanich, y un largo etcétera) se compromete a obrar cristianamente, a cultivar la virtud y a experimentar el amor al prójimo, entonces Argentina podría frenar su actual desmoronamiento.  

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