viernes, 10 de julio de 2015

Esta democracia no sirve


Algo que ha venido ocurriendo en las últimas semanas es la obscena cooptación de intendentes opositores por parte del gobierno de Urtubey. El tema es así: como el Frente Romero + Olmedo ganó trece intendencias en las últimas elecciones de mayo, el Oficialismo convocó a los jefes comunales electos a una denominadas “reuniones de transición”; el detalle perverso es que dichas reuniones, organizadas para conversar con los opositor que han triunfado en distritos antiguamente controlados por los oficialistas, en realidad funcionan como sesiones de conversión. 

El modus operandi es el siguiente: Juan Pablo Rodríguez, el actual Ministro de Gobierno de Salta, recibe a los intendentes como si se tratase de un esfuerzo del urtubeycismo de demostrar su vocación democrática y pluralista; sin embargo el intendente electo, tras charlar con el Ministro, aparentemente se siente tan “conmovido” por la “generosidad” de Urtubey, que entonces decide sacarse una foto con un cartel en el que se vende la fórmula de Scioli-Zannini para la presidencia de la nación, y de David-Kosiner-Martinich para la diputación nacional por Salta. 

El hecho es escandaloso por todo: una oficina pública exhibiendo un cartel partidario, un apriete a plena luz del día de un funcionario del gobierno para corregir con el envío de fondos públicos lo que el voto electrónico no pudo hacer con el fraude, y el acto humillante de presentar al hombre o a la mujer que decidió traicionar a quienes lo eligieron como si se estuviese mostrando el cadáver de un animal que se acaba de cazar. 

Sin embargo no es Rodríguez el único que banaliza a la democracia y le resta credibilidad al sistema político contemporáneo. También son los propios intendentes los que obran como cómplices. Por ahora sólo cinco de los trece intendentes que ganaron por el Frente Romero + Olmedo ya consumaron la traición a sus referentes políticos provinciales y a la gente que los votó: Alejandra Fernández de Salcedo de General Güemes, Lucas Arapa de Payogasta, Sergio Oliva de Aguas Blancas, Andrés Mellado de El Tala y Carlos López de El Jardín se han entregado al veletismo. En la mira están Yolanda Vega de Cerrillos, Gustavo Solís Mónico de Rosario de la Frontera, Ignacio Jarsún de Rosario de Lerma, Kila Gonza de San Lorenzo y, claro, también el propio Gustavo Sáenz de Salta. Lo que harán estos intendentes todavía no se sabe, pero no sería muy extraño que, tarde o temprano, se cambien las camisetas.

Quien justificó ante la opinión pública el travestismo político fue Alejandra Fernández de Salcedo al asegurar: “soy congresal del Partido Justicialista y soy kirchnerista”. Creo que ahí, precisamente, está el meollo del problema: la decisión de Alfredo Olmedo de acompañar a Juan Carlos Romero me pareció hasta cierto punto acertada, pues si bien era como mezclar el agua y el aceite, antes de las elecciones la fórmula parecía tener la fuerza suficiente como para ganar y acceder al gobierno –el olmedismo dentro del gobierno hubiese sido una gran oportunidad de cambio y prosperidad para Salta–; de todos modos la estrategia no funcionó. Yo sugerí que el olmedismo debía dejar de ser una cruzada personal y convertirse en un espacio político, para que de ese modo no sucediese lo que está sucediendo ahora: la evidenciación de que Romero armó el frente no contra la maquinaria del pejotismo sino a favor suyo, con el único fin de perpetuar la decadencia política argentina. 

Mientras el PJ siga haciendo de las suyas, mientras no haya un contrapeso ciudadano que se exprese a través de una estructura política (lo que no es lo mismo a contraponerle otra estructura partidaria), la democracia no servirá en este país, o, al menos, la democracia no nos servirá, sino que, muy por el contrario, nos habrá de esclavizar, justo igual a como lo hace ahora. 

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