miércoles, 5 de noviembre de 2014

Los exterminadores

Por estos días se discute la posibilidad de despenalizar el aborto (al cual ahora llaman con el cínico eufemismo de "interrupción voluntaria del embarazo"). Si esto se valida, el Estado estaría legislando a favor del genocidio. No es nada nuevo: en su momento el Estado argentino avaló el divorcio, ese fue el primer gran logro de la Democracia 83 -o de la Segunda República que, sin admitirlo, se fundó en este país (tirando por la borda la República que soñó Manuel Belgrano en 1810 y que diseñó Juan Bautista Alberdi en 1853). 

Antes de que se modificase el Código Civil para permitir los divorcios, existían las separaciones. Entonces, cómo las separaciones existían de facto, a los políticos se les ocurrió que debían existir también de jure. Pero la diferencia entre lo que es de facto y lo que es de jure no debe tomarse a la ligera: una vez que el Estado avala algo, también se compromete a promocionarlo, aunque sea implícitamente. 

En efecto, el Estado no es neutro. Sus leyes transmiten un mensaje a la sociedad. Ahora se dice que se quiere facilitar el aborto no para que toda mujer que quiera asesinar a su hijo pueda hacerlo, sino para que las mujeres que supuestamente mueren por abortos mal realizados clandestinamente tengan una cobertura estatal que les evite el deceso. Antaño se decía que el divorcio no era para romper las familias, sino para que todas esas parejas rotas tuvieran un marco legal para arreglar sus asuntos. Sin embargo la generación siguiente no lo comprendió así, por lo que hoy en día el divorcio no es una opción de última instancia, sino algo de lo más común (y de allí que el nuevo Código Civil facilite cada vez más el trámite de divorcio). Lo mismo ocurrirá con el aborto si se lo legaliza.


Algo que me llama la atención es quienes promovieron esta inciativa: que figuren Alcira Argumedo, Margarita Stolbizer, Victoria Donda, Laura Alonso, Juliana Di Tullio, Mara Brawer, Diana Conti, Carla Carrizo y otras mujeres no me extraña, porque hoy en día esas mujeres piensan que la manera que las de su sexo tienen de ganar poder es a través de la negación de su femineidad; tampoco me asombra que izquierdistas como Pablo López, Carlos Heller o Roy Cortina supongan que por avalar el genocidio son progresistas; pero si me parece preocupante que Omar Plaini, Héctor Recalde, Carlos Gdansky, Víctor De Gennaro y Ramona Pucheta se sumen a la iniciativa, ya que ellos son representantes provenientes de sectores obreros. ¿Acaso estos personajes no escuchan a los trabajadores? Los trabajadores (y los desocupados) son los menos interesados en abortar a sus hijos, las madres del pueblo obrero y campesino son las que más se responsabilizan por los niños que han engendrado. 

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