José Luís Bruno, el actual Fiscal
Federal de Orán, hizo algo extraordinario en la Argentina de hoy: ser realista, coherente y práctico. ¡Tremendo pecado! Concretamente el funcionario
judicial señaló que la ciudad boliviana de Bermejo ha crecido enormemente en
los últimos tiempos y eso hizo que se convierta en una base de operaciones del
crimen organizado; de allí que, para Bruno, una muralla en Aguas Blancas ayudaría
a controlar el narcotráfico y el contrabando que azota a diario a la región.
Amurallarse no es un gesto
amable, pero es una necesidad. Ciertamente los muros no son la solución
definitiva a los problemas fronterizos, pero son un instrumento muy útil para
contribuir con el avance del crimen. Igual que poner rejas sobre las ventanas
de una casa.
Es por ello que resulta asombrosa
la reacción de muchos personajes e instituciones salteñas. Baltasar Lara Gros,
un diputado provincial oficialista, hijo del intendente de Orán, sostuvo que la
medida es inútil porque es paliativa. Nadie dice lo contrario, pero ello no
vuelve a la idea de la muralla en una mala idea. Todos estamos de acuerdo en que la muralla es una medida
primaria, un gesto necesario para anunciar el fin de fiesta. Si Lara Gros cree que poniendo una pared se resuelve todo, entonces significa que este político es corto de vista y no tiene capacidad para comprender que la realidad se cambia paso a paso.
Lara Gros asegura además que en la
frontera entre México y EEUU hay una muralla, y aún así la droga sigue ingresando al país anglosajón. Ello, claro, es cierto, pero lo que el legislador no menciona es que
el tráfico de drogas sería mucho más sencillo si el muro no existiese.
Los argumentos anti-muralla de
Silvia Jarzún son aún mucho más graves que los de Lara Gros: según la dirigente
peronista el blindaje debe ser sólo simbólico, mas no físico. O sea que con trabajo y
educación, la droga no pasará. El pensamiento es agradable y políticamente correcto, pero olvida que los que
mueven la droga que se exporta son gente con estupendos trabajos (la mayoría
está en el gobierno) y con educación de sobra (hay abogados, contadores, etc). La muralla no salvará al chico
que está en la calle fumando paco, pero servirá para que el que le entrega el
paco al que se lo vende al fumador no pueda hacerlo con la impunidad que lo
hace hoy en día.
Sin embargo quien se llevó los
laureles de la estulticia (o de la complicidad) es Ricardo Díaz, el cónsul
boliviano en Salta. Según este diplomático, la muralla detendría la “unidad
latinoamericana”. ¿Acaso este hombre cree que una pared puede frenar un
sentimiento? ¿Lo dice por imbécil o por desgraciado?
Y para empeorar las cosas, el tal
Díaz sostuvo que no debe pensarse en el narcotráfico como algo relacionado a la
inmigración. Si bien es cierto que la producción de drogas en territorio
argentino crece día a día, lo cierto es que los estupefacientes siguen
ingresando en cantidades gigantescas a través de las fronteras nacionales,
especialmente a través de la frontera norte. No es un secreto que el 90% de la cocaína que
penetra en nuestro país lo hace a través del espacio boliviano, y
tampoco es un secreto que existen las “mulas”, que son gente que carga con
la droga encima suyo y cruza de un país al otro como si fuese alguien honesto
haciendo un simple viaje internacional.
Para rematar este asunto, el infaltable INADI –una de las más costosas sucursales de La Cámpora – emitió un
comunicado acusando al Fiscal Bruno de ser un xenófobo por querer defender la
legalidad. Insólitamente, el funcionario judicial terminó por ceder ante la
presión y se desdijo públicamente.
En Misiones el gobierno de la
provincia decidió hacer lo que en Salta es sólo una ilusión: ellos ya han levantado el muro y están controlando la frontera de modo tal que a los
narcotraficantes y a los contrabandistas no les resulte tan sencillo atacar a
la Argentina. La
guerra contra los criminales tiene otra dimensión en Misiones: allí los
argentinos parecen querer derrotar al enemigo. Aquí, en cambio, ellos nos
tienen contra la pared.
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