lunes, 13 de abril de 2015

La “tramparencia”

Una vez más, la democracia argentina produjo un fraude. Y un fraude escandaloso. Más allá de la catarata de denuncias sobre el voto electrónico (gente que fue a votar, falló el sistema y terminó metiendo en la urna un voto en blanco, gente cuyo voto no coincidía con lo que habían presionado en la pantalla, etc.), hay una cuestión evidente de números. Alfredo Olmedo dijo que, en 2013, él ganó en Rosario de Lerma como candidato a Senador, sin embargo, en esta elección, el candidato a intendente del Frente Romero + Olmedo se impuso en la ciudad, en tanto que la fórmula gubernamental terminó perdiendo ante el oficialismo. ¿Acaso los rosarinos se desenamoraron de Olmedo para apoyar nada más y nada menos que a Urtubey?

Veamos los números de 2013: en las PASO, Olmedo obtuvo el 19,84% y Romero el 21,86% de los votos válidos; en las generales, en cambio, el primer candidato consiguió el 22,64%, en tanto que el segundo hizo el 24,57%. Romero + Olmedo fueron la primera opción del 41% del padrón salteño. ¿Cómo puede ser que juntos pierdan 8 puntos?

Probablemente a más de un votante le cayó mal la alianza entre dos hombres tan disímiles como Romero y Olmedo. Pero dudo que los romeristas hayan abandonado a su candidato por juntarse con Olmedo: Olmedo representa un conservadurismo moral que promueve la vida, el orden, la familia, la seguridad y la paz; probablemente haya algún homosexual romerista o algún ultraliberal que esté en contra del discurso olmedista, ¿pero necesariamente esa persona apoyaría a Urtubey, un candidato también conservador en muchos aspectos? 

Los romeristas que abandonaron a su líder por vincularse a Olmedo se deben contar con los dedos de la mano. Si algo ha hecho Romero a lo largo de su carrera como político ha sido la de incorporar gente de todo color y pelaje a sus filas, por lo que Olmedo lejos está de ser una rara avis en un armado romerista.

Ahora bien, quienes si pudieron haber rechazado la fórmula son los votantes de Olmedo. A Olmedo lo apoya el pueblo trabajador salteño –que lo ve como un hombre al que pueden acceder– y un sector de la clase media antikirchnerista que, si bien puede ser que no esté de acuerdo con la retórica olmedista, lo consideran un hombre honesto, que hizo su fortuna trabajando en lo suyo y no extrayendo dinero del Estado. Esa gente –me refiero, claro, al segundo grupo– pudo haberse inclinado hacia Urtubey para evitar el regreso de Romero. ¿Pero la sangría del voto olmedista anti-romerista es tan grande como para abarcar ocho puntos (unas 50.000 adhesiones)? ¿Hay tanta gente que aborrece más a Romero que al kirchnerismo?

Yo creo que no. Creo que las encuestas anteriores a la elección que marcaban entre un 39% y 42% para la fórmula Urtubey-Isa, y entre un 37% y un 40% para la fórmula Olmedo-Romero, son correctas.

Entonces hubo fraude.

En 2013, en esas elecciones a las que se presentaron Romero y Olmedo por separado, hubo urnas de cartón y boletas de papel. Ahora, en cambio, solamente urnas electrónicas (las urnas de cartón siguen estando, y los votos en papel también, pero son un dato anecdótico que parece que nadie quiere molestarse en controlar).

En las elecciones presidenciales de 2011 ya había acontecido algo similar: en distritos gobernados por la oposición, ganó Cristina Kirchner con comodidad. ¿Acaso los argentinos sufren de esquizofrenia política? ¿O hay otra cosa?

Salta fue parte de una estrategia. No hace falta que hable aquí de la pésima imagen que tiene el voto electrónico a nivel internacional. Lo impusieron en Venezuela y Nigeria, pero lo rechazaron en Austria y Suecia. Sin embargo no creo que vayan a imponerlo aquí, país más cercano a Venezuela que Austria. Lo que creo que van a imponer es la idea de que el kirchnerismo no está muerto.

Quiero decir el NOA no es feudal porque la gente sea pobre e ignorante, es feudal porque existe la idea de que la gente es pobre e ignorante. Ello facilita los manejos políticos, los contubernios y las prácticas fraudulentas. Cuando el tucumano Alperovich ganó con un escandaloso 78% en el 2007, fue –según una opinión muy difundida– porque sus comprovincianos son unos “negros” que “no aprenden más”. Obviamente que el tucumano no es así, pero la idea ya está instalada en el imaginario popular. Entonces un gobernador hebreo puede obtener ese resultado inverosímil sin ser cuestionado.

Tras el triunfo de Urtubey aparecieron Florencio Randazzo, Aníbal Fernández y “Wado” de Pedro, tres personajes que no habían asomado la nariz durante la campaña, ya que sólo Romero y Olmedo habían nacionalizado la elección al invitar a Massa y a Macri a que los apoyen. Los kirchneristas quieren ahora apropiarse del triunfo, pues sea fraudulento o no, es la prueba de que todavía están de pie sobre el ring. Ello es falso, claro, pero así como está muy arraigada la idea de que los tucumanos son así y asá, también buscan arraigar la idea de que el argentino es kirchnerista por naturaleza. 

El ciclo político argentino, entonces, parece no acabar nunca. La nueva república que iban a fundar quienes se oponen al actual oficialismo se enfrenta a un sciolismo enérgico y cada vez más parasitado por kirchneristas.

Imposibilitados de ser salvados como en otras oportunidades por los patriotas de las FFAA, a los argentinos sólo nos queda la rebelión ciudadana. La casta política nacional (que incluye a oficialistas y opositores) tiene miles de razones por las cuales colapsar, pero mientras la gente no reaccione, entonces seguiremos como ahora: viendo crecer a la “tramparencia”.

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