domingo, 30 de agosto de 2015

Hecha la trampa, hecha la ley

El fraude electoral es moneda corriente de la cultura política argentina. El caso reciente de Tucumán no es una novedad: sólo ha puesto en evidencia algo que sucede siempre y prácticamente en todos lados. Desde el diario La Gaceta alguien hizo un resumen de las prácticas fraudulentas más comunes:

1. Compra de votos
2. Movilización organizada de votantes
3. Robo de boletas
4. Voto cadena
5. Urnas cargadas
6. Compra de fiscales

Lo cierto es que esas prácticas existen porque no existe la voluntad de erradicarlas, ya que acabar con todo eso es más que simple:

(1) y (2) se eliminan con prisión EFECTIVA de dos a seis meses para quienes incurran en intercambio de votos por dádivas -desde muebles y alimentos hasta dinero o drogas- y en acarreo de votantes (se podría sumarle a eso la incautación del vehículo por el plazo de un año).
(3) y (4) se eliminan con la implementación de la boleta única plegable y la eliminación del cuarto obscuro para suplantarlo por esos atriles en donde no se puede ver a quien vota el elector, pero si se puede ver si alguien saca o guarda la boleta de su bolsillo (con ello se evita el voto cadena).
(5) se elimina con la implementación de urnas transparentes de plástico, similares a las que se usan en muchos países de Europa.
(6) se elimina realizando las elecciones en etapas. Es decir si un día se vota en una ciudad, y al día siguiente en otra diferente, y luego en otra más, ello permitiría que todas las fuerzas políticas puedan poner un fiscal de confianza en cada mesa.

Es tan simple hacer esto que señala que lo difícil es no hacerlo o, peor, no querer hacerlo. O las medidas anti-fraude se toman ya, o seguiremos en lo mismo por siempre. 

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